Autobús desde Gorazde
Edina Yamakovic y Anela Kadric, de 10 y 11 años de edad, se han conocido en el largo viaje desde Bosnia. Después de pasar casi cuatro días en la carretera, recorrer más de 3.000 kilómetros y cruzar seis fronteras, parecen amigas inseparables en la estación de autobuses de Ponferrada, donde ayer llegó el autobús fletado por la asociación Cooperación Balcanes para traer al Bierzo, un verano más, a una treintena de niños bosnio-musulmanes de la ciudad de Gorazde, pero también de Mostar y del, todavía en pie, campo de refugiados de Maribor, en Eslovenia. Edina y Anela no se verán mucho durante el mes y medio que pasarán en España, sólo durante las actividades comunes que organice la asociación. Anela, que vive ilusionada sus primeras vacaciones en España, viajará a la localidad de Quintanilla de Flores, cerca de La Bañeza, con su familia de acogida, que no ha podido esperar a que llegara de Bosnia para comprarle ropa. Y Edina, que después de cuatro vacaciones en España muestra más desparpajo cuando se expresa en un castellano, se quedará en el Bierzo y volverá a disfrutar de escapadas a la playa y a la piscina, lo que más le gusta. Sólo cuando le mencionan la guerra, su rostro se ensombrece. «Todavía hay mucha diferencia entre España y Bosnia. Allí mejoran las cosas, pero todavía queda mucho por hacer, hay muchas minas y gente que no puede volver a sus casas», explica la más veterana de la expedición, Jasminka Halilovic, de 19 años, y siete veranos a sus espaldas pasando las vacaciones en el Bierzo. Las 50 horas de viaje en autobús no parece que hayan disminuido su ánimo. «Ha sido divertido, hemos estado platicando», asegura revelando que los bosnios, que desde hace tres años estudian español en Gorazde, también tienen en los culebrones latinoamericanos una forma de aprender el idioma. Niños y adolescentes han cruzado seis fronteras por carretera