«Si no llega a estar con las vacas, matan a mi madre»
A Honorina García se le quiebra la voz cuando recuerda como su madre, viuda de Antonio García, tuvo que ponerse a trabajar en las minas de Matarrosa para sacar adelante a sus cuatro hijas. Se le quiebra la voz cuando vuelve a recordar el hambre y el miedo que pasó de niña. A su padre, que llevaba casi un año escondido en los alrededores de Pardamaza, lo cercaron en un pajar que terminó ardiendo. Dos años antes había muerto asesinada su abuela, Amalia Fernández, y el joven Isaac Blanco. «A mi abuela la mataron porque querían saber donde tenía a los hijos escondidos, y a mi cuñado porque les dijo que no tenían motivos para pegarla cuando se la llevaban. Si mi madre no llega a estar en la braña con las vacas, también la hubieran matado», contaba ayer a este periódico, sentada en el arcen de la carretera de Pardamaza y mientras los voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica desenterraban los restos de Isaac Blanco. Algo que siempre ha dolido a Honorina, que ayer se quitó un peso de encima, ha sido la impunidad con la que se movieron, sobre todo, quienes mataron a su abuela y a su cuñado, y que residían en los pueblos próximos. «Todos están muertos ahora, pero cuando los veía los insultaba». A su lado, un vecino escucha sus palabras. «Alguno de ellos terminó su vida viendo fantasmas», puntualiza. Honorina y las dos hermanas que aún residen en Pardamaza sólo quieren ahora enterrarlos a los tres como es debido.