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Profunda emoción de los familiares al encontrar las fosas transcurridos más de 60 años

Exhumados en Pardamaza los restos de dos paseados en la Guerra Civil

Los cuerpos de Isaac Blanco y Antonio García se habían dado por perdidos

Publicado por
Beatriz García - ponferrada
Ponferrada

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Los restos de Antonio García que murió con 32 años, quemado vivo y rematado a tiros, y del joven Isaac Blanco, fusilado cruelmente con tan sólo 16 años, fueron exhumados ayer en Pardamaza (Toreno), cuando ya se daban por perdidos después de que semanas atrás se supendiera su búsqueda. La tenacidad de sus familiares, que ya habían recuperado los restos de Amalia Fernández, madre de Antonio García, ha hecho que la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica retomara ayer las labores con éxito. En la exhumación de los restos han participado un grupo de expertos arqueólogos colaboradores de la asociación, así como algunos familiares y miembros del colectivo para la asociación. Los restos del joven Isaac Blanco se encontraban enterrados a las afueras Pardamaza, a orillas de la carretera que da entrada al pueblo y muy cerca de donde se hallaron los de Amalia Fernández, la mujer a la que quiso defender cuando a finales de 1936 un grupo de exaltados entró en el pueblo buscando a su hijo. Antonio García fue encontrado cerca de un arroyo, en la salida de la localidad, y sus restos presentaban un estado pésimo de conservación. La muerte de Antonio García sucedió en 1938, cuando regresó de Asturias, donde se había unido a las filas del Ejército Republicano. y fue descubierto en un pajar. Los restos de ambos han podido ser recuperados después de seis décadas gracias al testimonio de su hija Honorina que recordaba donde estaban enterrados los restos, ya que presenció la muerte de su padre y su abuela, y no se ha rendido después de que se suspendiera la búsqueda. Honorina García ya había escrito a la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica hace seis meses pidiendo ayuda para recuperar los restos de sus seres queridos. Ayer, con lágrimas en los ojos y mucha emoción, observaba las tareas de exhumación de Isaac Blanco, el primero en ser desenterrado, satisfecha por haber podido sacarse una espina; la que tenía sabiendo que su padre y el joven que acabaría siendo cuñado suyo después de muerto, yacían sepultados en una tumba anónima, al borde de un camino, y sin que nada señalara el lugar, por miedo que las represalias no se hubieran acabado.