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Publicado por
Manuel Cuenya
León

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Ultimamente el panorama político anda revuelto por todas las esquinas de este gran putiferio en el que se ha convertido nuestra España aznarina, asnar, esa España vendida a los capullos Estados Gringos. El tamayismo, las tamayadas, los hijos de la gran tiznada, los constructores abusados, el dinero fácil y ennegrecido, el circo de las apariencias, las sabandijas que se cuelan de rondón en todos los antros corrompidos, la trapacería y el hijoputismo llevados hasta extremos vergonzantes, la caca esparcida por doquier, el poder asqueroso que nos invade. Un poco de oxígeno, por favor, que quiero apearme en la próxima parada. Lo mires por donde quieras, estimado lector ya nadie sabe lo que es la izquierda ni la derecha. Hemos perdido el norte, el sur, el este... Y ni siquiera nos queda el Oeste, ese Oeste hecho de ficción y ternura. Cada cual apunta hacia donde mejor le va en la burra, y el que sea tonto que se queje a cristo y a su madre. Es probable que España siempre haya sido un país de derechas, y la izquierda no haya sido más que una quimera. Incluso Marx era un burguesito, y Fidel Castro un facha. No nos engañemos. Al pueblo siempre se le ha tratado y se le seguirá tratando con mano dura y mucho chute de adormidera. A los zurdos se les sigue viendo con mal ojo. España siempre ha sido un país de señoritos, hidalgos, hijosdalgo y picaruelos dispuestos a joder al que se deje a clavársela bien gorda y doblada al que baje la guardia en momentos de sopor y flojera de ánimo, como cuando uno se tira a la bartola, o como cuando uno se espanzurra a la buena de dios. No conviene, en cualquier caso, dormirse en los laureles, pues los carroñeros siempre están al acecho y con ganas de devorar al vecino. Los carroñeros tienen un apetito voraz, insaciable. Cuidémonos de ellos. Los nuestros, según Amparo Carballo, son malos tiempos para la espiritualidad y la trascendencia. Los nuestros son buenos tiempos para que los politicastros se enriquezcan a base de pelotazos y cruzadas delirantes. Estoy leyendo El cuaderno gris de Josep Pla y me da por subrayar el siguiente diálogo: «Piensa que en este país lo que se parece más a un hombre de izquierdas es uno de derechas. Son iguales, intercambiables, han mamado la misma leche. Pero ¿cómo podría ser de otro modo? No lo dudes: esta división es inservible». Creo que sí. A mi entender hay una división más profunda que ésa. La que se establece entre personas inteligentes e idiotas, entre buenas personas y malnacidos...