«Es una injusticia, pero el que se jode y se retuerce de dolor soy yo»
Antonio Piris está casado y tiene un hijo de ocho años. Sólo su familia y los vecinos del barrio de Torenillo, donde reside, saben lo que ha sufridos desde hace más de dos años desde su accidente. Por eso no comprende como ni los médicos ni la administración hacen caso omiso a los informes en los que se evalúa en un 70% las limitaciones que se detectan en todos los movimientos de columna dorso-lumbar. Su espalda no podrá resistir, desde luego un trabajo tan pesado como el que hacía antes de la lesión. «Sólo puedo andar con dos muletas y tengo que tomarme valiums y otras pastillas muy fuertes para para poder soportar los dolores». «Esto que me están haciendo es una injusticia. Es fácil decirlo. Pero el que se jode y se retuerce de dolor cada día soy yo», se queja Piris, que sin embargo no carga las tintas sobre su empresa. «Si les dicen que soy apto para el trabajo, a ver que van a hacer ellos».