Cerrar

La joven saharaui, de 21 años de edad, asegura que su intención es estudiar Odontología

Aicha vuelve para luchar por las mujeres saharauis

Explica que ha tenido momentos de desesperación, y que no habría podido resignarse a permanecer en Tindouf

Publicado por
Cristina Fanjulponferrada
León

Creado:

Actualizado:

Han sido dos largos años, pero la espera ha merecido la pena. Aicha Embarek llegaba ayer al aeropuerto de Barajas con una maleta repleta de regalos para su familia de acogida como único equipaje y con un deseo: estudiar Odontología para ayudar a su familia y al pueblo que ha dejado atrás. Pasado son ya las largas esperas en los campamentos de Tindouf, la incertidumbre de qué sería de su vida; el miedo a formar parte de una lista de mujeres cuyo único destino está en ver pasar los días y las noches en el desierto de sus vidas. «Mis padres me dijeron al despedirme que no me olvidase de ellos, que recordara lo que me han enseñado, que no les olvide; que soy la única persona que puede ayudarles y sacarles de su situación», comentaba agradecida, mientras paseaba con su familia del Espino por las calles de Madrid. Aicha se enteró de que su vida iba a dar un giro el pasado lunes, cuando la secretaría de Alfredo Prada le llamó para darle la, hasta ahora, mejor noticia de su vida. El viernes a las cuatro salió del campamento y ayer mismo a las once de la mañana un avión le llevaba desde Argel a Madrid. «Cuando recibí la noticia no me lo podía creer; después de tanto tiempo a veces te preguntas si realmente todo va salir como te dicen; pero, por otro lado, la esperanza es lo último que se pierde, y yo nunca la perdí, a pesar de que en el primer año tuve muchos momentos de angustia», reconoce. Hubiera preferido morir Aicha manifestó al llegar a Barajas estar «alucinada». «Ha sido una sorpresa del quince, como decís aquí», comentaba. Sin embargo, explica que hubo muchos momentos en los que le pudo la angustia. «Después de la escapada no podía hablar con mis padres; y eso que ellos me aseguraban que su único deseo era que me quedara un año o dos y regresara a España», explica. Sin embargo, la espera se hacía más larga de lo que una joven educada al modo de vida occidental podía soportar. «En el Sahara no hay salida para las mujeres, preferiría morirme antes de quedarme allí; no sabes lo que es, es algo realmente incomprensible», asegura. Sin embargo, Aicha hace una lectura positiva de sus dos años junto a su familia biológica, y manifiesta haber aprendido mucho en los campamentos. En su agenda está ayudar a sus cinco hermanos -dos niñas y tres niños- a tener las mismas oportunidades que ella misma ha podido disfrutar. «Quiero que tengan la oportunidad de saber que hay vida fuera de los campamentos, porque en Tindouf todo es penoso y triste; inhumano», dice. Sin embargo, muestra su comprensión ante el hecho de que tuvieran miedo a que volviera. «Son buena gente», afirma. Acerca de su vida personal, desconoce por el momento si se quedará en Madrid o volverá a estudiar al Bierzo. Además, explica que, aunque de momento no piensa en novios, le gustaría que fuera alguien de origen de saharaui -»mi familia lo prefiere», comenta-, aunque con cultura y mentalidad europea. «Que no tenga nada de saharaui», manifiesta. Julia Taladriz comentaba ayer mismo que veía a Aicha más madura. «Se ha dado cuenta de que la vida no nos trata igual a todos, y es consciente de que con su determinación podrá ayudar a todas las mujeres del Sahara», explicaba. Además, Julia hacía un llamamiento al entendimiento entre culturas. «Lo que está por encima de todo es el respeto a los derechos humanos», pedía. Hoy mismo, la familia de acogida de Aicha, Julia Taladriz y Javier Barrios, llegarán a su casa de la localidad de El Espino con el fin de descansar y planificar el futuro que aguarda a la joven. «Mis padres me dijeron que recuerde que soy la única que puede sacarles de su situación» AICHA EMBAREK Luchadora Cuando la puerta de embarque se abrió a las tres menos veinte de la tarde apareció una joven delgada, de tez morena, pantalones de pana y un pañuelo blanco, melfa, que la cubría desde el cuello hasta los pies. Era Aicha Embarrek. La joven saharaui que cumplió 21 años el domingo en los campamentos de El Aaiun y que ayer recibió el mejor regalo de cumpleaños de su vida. Regresar a España. Después de dos años de lucha, de querer volver al Espino, que la vieron crecer desde los 12 hasta los 18 años con sus padres en España, Julia Taladriz y Javier Barrios. Aicha cruzó la puerta llorando. Julia y Javier olvidaron los protocolos y se abalanzaron sobre la joven. Los tres se abrazaron. Y lloraban, lloraban todos. «No me lo puedo creer, esto es un sueño», decía Aicha al oído de Julia, mientras que su madre le sujetaba su cara, como pellizcándola, para demostrarle que no, no era un sueño. «Aicha estás otra vez aquí». Estaban los tres solos, rodeados de curiosos que seguían buscando estrellas blancas detrás de la barrera y de familiares que habían ido a recibirla con una pancarta de cartón que gritaba: «Bienvenida Aicha». El sueño había tenido un final feliz, atrás quedaba esa hora y pico en la que los nervios pesaban más que los dos años que habían esperado. «Se lo debo todo a Julia y a Javier». Aicha no podía hablar. Las lágrimas entrecortaban sus palabras. «Pero también a mis padres saharauis porque ellos me han dado el permiso para regresar, si hubiera tenido otros padres no estaría aquí».