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Publicado por
Manuel Cuenya
León

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De regreso a la comarca, al meollo del cogollo, de vuelta al Bierzo añorado, y en ocasiones puesto a bajar de un burro. Darse cuenta de las cosas es algo muy saludable. Analizar la realidad/irrealidad es tarea que uno debería realizar continuamente. El oscurantismo se lo dejamos a quienes pretenden dorarnos, y aun vendernos, las fiestinas populares ataviadas con los harapos del medioevo. Oscurantista y abusado se presenta el Consejo Comarcal, que atufa a carroña. Qué criticones nos hacemos cuando descubrimos que la degradación, en todos sus desvíos hechos de inmoralidad y ponzoña, nos invade a fuerza de zambombazos y empezamos a sentirnos errantes por el mundo, vagabundos en pos de alguna leve esperanza. Qué escépticos nos volvemos cuando dejamos de creernos el ombligo del mundo e intentamos mirar más allá de nuestras napias. Además, qué carajos, no todo iba a ser orgasmo en el monte de Venus, ni siquiera en los cráteres congelados de Marte, divino tesoro. La luna la seguimos teniendo por montera, sobre todo desde que nos contaran que nuestro viaje a ella fue como un viaje soñado, montado, filmado en las dunas de nuestras ilusiones, que son ilusiones que el humano-animalín despliega a toda vela con vistas, eso sí, a un horizonte más amplio y oxigenado, verdoso y despejado. Que alguien nos enchufe más luz. Y de paso nos purifique el cerebro. De nuevo en nuestra tierra, la mamá que nos pariera, después de darle al dance y al trote en otras tierras hermanas, tal vez hermanastras. Esto de darle cancha a las palabras es algo que acaba embriagándonos, y luego no hay quien a poner orden y sosiego en esta selva frondosa y húmeda que es el lenguaje, la lengua. Decía/digo que, durante una temporadina, estuvimos en tierras galesas. Y se nos hace que ese País llamado Gales debió ser, en su día, un Gran Bierzo en el que los mineros, seres entrañables, carbonizaron sus pulmones, como muchos bercianos, en los pozos negruzcos de antracita. Ahora Gales se nos muestra apacible y ovejero, con sus imponentes y bellos castillos, sus playas salvajes, incomunicado en su interior montañoso, un poco retirado del mundo bullicioso, que ya es Inglaterra, y quizá un pelín o un pelón subdesarrollado. Depende de quien lo mire y con que ojos lo haga. Algunos siguen creyendo que el Bierzo es el quinto mundo. No cabe duda de que el Bierzo y Gales tienen como un cierto parecido.

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