| Reportaje | Enterrados los trece de Priaranza |
Ya descansan en paz Emilio Silva fue enterrado en Pereje en un acto íntimo
El cementerio de Villalibre de la Jurisdicción acogió ayer los restos de doce de los «trece de Priaranza» a la espera de que la Universidad de Granada concluya las pruebas de ADN
16 de octubre de 1936 los trece republicanos de Priaranza son fusilados a manos de los falangistas y sus cuerpos enterrados en una fosa común excavada en un cruce de caminos, bajo un nogal. Una fosa anónima en la que estuvieron durante más de medio siglo y que permaneció cerrada hasta que en el año 2000 los miembros de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) procedieron a la exhumación de sus restos. Ahora y después de 67 años el empeño de familiares y amigos así como la labor desarrollada por los arqueólogos, forenses y demás voluntarios de la asociación han conseguido que por fin sus restos descansen en paz. Los nichos 109 y 110 de Villalibre de la Jurisdicción acogen desde ayer los restos de doce de los trece «paseados». Emilio Silva, el otro hombre enterrado en la fosa reposa ya en el panteón familiar de Pereje. Su nieto y uno de los fundadores de la asociación, Emilio Silva, reconocía la importancia de este acto. «Es un día muy importante para mí y para mi familia porque no sólo vamos a enterrar a un abuelo sino una tragedia familiar que ha durado muchos años y que de alguna manera a mi padre y a sus hermanos les ha causado un gran dolor». Muchos sentimientos se revivieron en la mañana de ayer en Villalibre de la Jurisdicción donde decenas de familiares y amigos se acercaron para dar el último adiós a los seres queridos. Fueron momentos marcados por la emoción, la angustia o la impotencia. Las lágrimas de dolor contenidas se enlazaban con la rabia por no poder hacer nada y con el sosiego de haber puesto fin a uno de los episodios más negros de la historia de España. Veinticuatro años tenía Manuel Lago González cuando una partida de falangistas lo asesinó. Su sobrina, Paz Lago, recordaba ayer con las mejillas empañadas por las lágrimas y la voz entrecortada el sufrimiento que debió padecer su tio antes de su muerte. El único consuelo que le queda a Paz en estos momentos es que Manuel Lago ya puede descansar en paz. «Por fin quedamos tranquilos porque por lo menos ahora tenemos un lugar donde llevarle flores». El acto de homenaje culminó con un reconocimiento en memoria de los caídos que fue leído a pie de tumba por un miembro de la Asociación. «Deberíamos ser sus voces, sus miradas. Pisotear ese olvido para que cada una de sus huellas sea un canto a su dignidad, a nuestra libertad y a su memoria y a que sus sueños por una sociedad más justa sean algún día nuestra realidad». Encima de los dos nichos, que acogen las doce urnas a la espera de que la Universidad de Granada concluya las pruebas de ADN, se podía leer «a la memoria de todos aquellos que lucharon y dieron sus vidas por la democracia y la libertad». Después de 67 años y dos días, los restos de Emilio Silva Faba descansan desde ayer en el panteón familiar de Pereje (Trabadelo), su localidad natal, después de haber permanecido desde 1936 enterrados en una fosa común en Priaranza del Bierzo junto a otros trece «paseados» bercianos, víctimas de la Guerra Civil Española. El sepelio tuvo lugar a la una del mediodía en Pereje, lugar donde también se encuentra enterrada su esposa, Modesta Santín. Fue un acto íntimo y familiar que tuvo como preludio el homenaje público que cerca de 200 personas le rindieron en Villafranca del Bierzo en el momento en que sus restos pasaron por la villa que le acogió hasta el día de su muerte, el 16 de octubre de 1936. Emociones contenidas y recuerdos de la época en boca de los más mayores del lugar se sucedieron frente al número dos de la calle Concepción, lugar donde Emilio Silva Faba regentó una próspera tienda de coloniales llamada «La Preferida» y donde vivió con su esposa y sus seis hijos, Emilio, Ramón, Antonio, Manuel, Rosario y Carmela. Precisamente, ésta última, arropada por sus cinco hermanos y nietos, y embargada por la emoción, mostró su alegría por «haber podido recoger los restos de nuestro padre y llevarlos al panteón familiar».