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Publicado por
JOSÉ ÁLVAREZ DE PAZ
León

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SON MUCHOS los niños saharahuis que vienen al Bierzo para ver correr el agua, a correr y disfrutar ellos mismos, cautivando a quienes les acogen, que son muchas familias, como pudimos comprobrar cuando la presentación del libro que subtitula esta columna, que llenaron a rebosar el auditorio de Caja España. Javier Prada es un clarividente que ha escrito el libro con la ayuda de su compañera Seny que le prestó al menos su mirada. Viven en una casa grande y acogedora, en Carracedelo, con aire de Macondo, donde se cuentan y no se acaba de contar las mil gracias de los niños saharahuis por el Bierzo. Si Petrarca se anticipó al Renacimiento subiendo al monte Ventoso sólo por el placer de ver, este libro describe un viaje hacia el dolor ajeno, tomando partido y descubre la verdad desnuda con estilo fácil, ameno, directo, incisivo. No es un libro de viajes, es un testimonio, un arma de combate a favor de un pueblo ninguneado, pero milagrosamente vivo en un territorio de 283.000 Km2, poco más de la mitad de España. Sus habitantes tuvieron nuestro D.N.I. hace veintitantos años. Bajo aquel sol ardiente reposan luchadores contra el fascismo en todos los frentes de Europa y Africa, deportados y torturados hasta la muerte. En aquellos campamentos se escucha a Amancio Prada y a Serrat , se lee a García Lorca . Allí antiguos mineros de León y de Asturias lucen generosas camisas con la imagen de Guevara. Escribo hoy sobre un libro apasionado por la pasión de un pueblo que habita un territorio en forma de revólver con el caño recortado, un pueblo que tiene la desgracia de los pobres , mal si no hay recursos, peor si los hay, porque atraen a los buitres. Es apasionante también conocer el papel de los ancianos en aquel mundo de la extrema escasez, la vida de los beduinos, el protagonismo de los niños, la aportación de los artistas y los deportistas, los tortuosos caminos de la política internacional, el derecho de autodeterminación de un pueblo que pone los muertos, los recursos y el territorio. Las plusvalías vuelan hacia el Norte. Escribe Javer que «en el camino de la vida aprendemos algunas lecciones que no se recorren en vano», quizá él haya podido escribir este libro-tesis doctoral, porque nació en Villavieja, en los pocos momentos en que podía jugar de niño reía mucho y durante las presuntas vacaciones de verano trabajó en el campo, la construcción y la mina.

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