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| Reportaje | Si los celtas levantaran la cabeza |

Balouta renuncia a restaurar sus pallozas con migajas de la Junta

Los dueños de las construcciones sólo reciben ayudas de 600 euros cuando las obras ascienden casi a 9.000 euros. La subvención concedida apenas supone un 8% del proyecto de restauración, no sirv

Las pallozas llevan camino de perderse definitivamente

Publicado por
Carlos Fidalgo - ponferrada
Ponferrada

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No llega ni para pagar el IVA. La pírrica subvención concedida por la Junta de Castilla y León para restaurar las pallozas de Balouta (Candín) obligará a sus propietarios a renunciar a rehabilitar unos inmuebles que gozan de una protección especial por parte de las autoridades de Patrimonio. La Junta, que el pasado año subvencionaba hasta el 35 por ciento de los proyectos de rehabilitación, apenas ha concedido este año una ayuda que cubre el ocho por ciento, cuando el IVA establecido para las obras alcanza el 16 por ciento. De esta forma, cada propietario recibirá 600 euros, mientras el presupuesto de las rehabilitaciones que deben renovar los tejados de paja rondan los 9.000 euros. «Así o se caen todas o les ponen el techo de chapa», se quejaba José Barrero, concejal socialista en el Ayuntamiento de Candín y dueño de una de las seis pallozas que quedarán sin teitar en Balouta, una localidad ancaresa donde apenas viven una treintena de personas y que en verano suele recibir un buen número de visitantes interesados en contemplar los últimos ejemplos de arquitectura rural. Nadie recogió las ayudas El plazo para recoger la subvenciones concedidas por la Junta concluyó el pasado miércoles y ningúno de los seis dueños de Pallozas de Balouta, ni otro más en Pereda de Ancares, acudió a recoger la subvención. Y es que los dos últimos teitadores que aún trabajan en Los Ancares, presupuestan la renovación de cada metro cuadrado de paja en torno a los 180 euros. Que la subvención apenas llegue para costear cuatro metros desanima a los dueños de los inmuebles. «Es que no lo hace por menos dinero», explica Barrero, que asiste no sólo al final de un oficio, el de teitador, sino también al de una forma de vida. De las seis pallozas, en dos de ellas todavía reside gente. Y otras dos están acondicionadas para mostrar a los turistas el modo en el que la antigua civilización rural afrontaba la vida contidiana en la sierra de Los Ancares. Un tejado de chapa, prohibido por Patrimonio, acabaría con las goteras, tanto como con el encanto de unas construcciones de otro tiempo. La chapa también serían un buen motivo turístico, elocuente para quienes quieran conocer el valor que la administración parece conceder a este patrimonio etnográfico.

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