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Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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EL OTOÑO, en el Bierzo, aún siendo una temporada colorida, se me antoja triste, tal vez porque los días se acortan y ensombrecen, y eso nos vuelve a todos un poco depres, melancólicos, amojamados. Cierto es que cada cual percibe la realidad de una manera, y dependiendo de nuestra sensibilidad, uno es más o menos propenso al bajón anímico en función de la mayor o menor luminosidad de las estaciones. No quiero ni imaginar lo que puede sentir/sufrir un nórdico en esos otoños oscuros como los túneles que te devuelven a la nada, esa nada hecha de vacío, silencio y misterio tenebroso. Hace unos días me dio por volver a Rayuela de Cortázar y me encontré con una cita harto simpática, que podría venir bien aquí. Uno suele volver a aquellos libros que lo dejaron impresionado. Y Rayuela es un libro que descubriera, o por mejor decir me descubriera un catalán filósofo en el Reino Disneyland París, en una época en la que trabajábamos como esclavines al servicio de Mickey. Qué tiempos aquellos. No olvidemos que uno de los escenarios de Rayuela es París (Del lado de allá). Además, esta cita está llena de sabiduría, aunque esté escrita con esa espontaneidad «desortográfica», que la convierte en más sabia y graciosa. La cita, que no reproduciré en su totalidad porque si bien podría ser útil e instructiva, es lo suficientemente extensa como para agotar todo el espacio de esta columna. Y no se trata de eso. Prefiero que el lector se meta de lleno en Rayuela , y realice así un esfuerzo, un ejercicio acaso gimnástico, que el ejercicio siempre viene bien para cultivar el cuerpo-espíritu. Dicho lo cual, la cita reza del siguiente modo: «Siempre que viene el tiempo fresco, o sea al medio del otonio , a mí me da la loca de pensar ideas de tipo eséntrico y esótico , como ser por egenplo que me gustaría venirme golondrina para agarrar y volar a los paíx adonde haiga calor...». Quién pudiera ser golondrina o cigüeña para emprender un vuelo apremiante hacia tierras más calientes cuando uno se siente alicaído y necesita alimentarse con otros aires. Salir del entorno, alguna que otra vez, nos procura un placer inmenso. Es como si uno saliera de sí mismo, se desdoblara, se convirtiera en otro yo, viviera otra vida o una paralela. «Volar a los países adonde haga o haiga calor». Ese haiga , por lo demás, queda como muy berciano. Volar y calor. Qué palabras más sugerentes. Cómo me cautivan. Y me invitan a ello, esto es: a volar en busca de calor.

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