Diario de León
Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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CASI DESDE niño escuché decir que los bercianos éramos muy individualistas y que, por ello, nunca íbamos a llegar a nada como pueblo. Muchos años después, cuando ya somos tantos los que pensamos que el colectivismo puede ser muy peligroso, siento como algo muy positivo que los bercianos seamos individualistas. Porque es un individualismo casi siempre emprendedor y, por lo general, compatible con la solidaridad. Del mismo modo que también son compatibles -yo diría que complementarios- el compromiso y la soledad. Y precisamente porque los bercianos somos solidarios, sin dejar de ser individualistas, es por lo que funciona en Ponferrada, desde 1889, la asociación La Obrera. A mí me impresionan estos 114 años de vida de La Obrera. Curiosamente, los mismos que tiene el hombre más viejo del mundo, don Joan Riudavets, un menorquín republicano que estos días hemos vuelto a ver en la televisión, con motivo de su cumpleaños. Un anciano lúcido que afirma que el mayor dolor de su vida fue no haber conocido a su madre, nisiquiera una fotografía suya. Su madre, que murió a los pocos días de haber nacido él. Pero volvamos a La Obrera. Para recordar que las ciudades, si quierenmerecer ese nombre, deben tener vida de ciudad. No basta con ser una magnitud demográfica. La calidad es lo que hace de un montón de casas, calles, barrios, gentes, una urbe. Y esa calidad es compleja, plural, hija de un gran esfuerzo público y privado. También de un creciente interés por la cultura. En este punto, Ponferrada está cambiando mucho en los últimos años. No sólo en su aspecto externo, que ello es obvio, sino en los instrumentos civilizadores que ha ido consolidando: la casa de la Cultura,el campus universitario, la nueva UNED, la red de museos municipales, los centros cívicos, la todavía inacabada rehabilitación del castillo, el Instituto de Estudios Bercianos, el conservatorio y esa gran suerte que es la programación del teatro Bérgidum. A ello se unen nuevas librerías y salas de cine, infinidad de actos e iniciativas y una plétora de vocaciones musicales, plásticas, literarias o escénicas. La urbe triste, limitada y plúmbea de la que yo me fui se ha trocado en una ciudad europea. Comunicada y limpia. Y en ese nuevo mapa también está La Obrera, que quiere, y debe, abrir sus espaciosas dependencias a las actividades culturales.

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