Diario de León
Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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HOY ME SIENTO con ganas de escribir acerca de Leopoldo María Panero, ese poeta maldito que algún día me dejara impresionado con su poesía bestial y demoníaca. Aún hoy me sigue pareciendo una bomba de relojería. Leopoldo María Panero, dicho sea de corrido, me recuerda al francés Artaud, aquel surrealista terrible, que acabara recluido en un hospital psiquiátrico. Siempre he sentido como una suerte de veneración por aquellos seres que no se adaptan al sistema convencional, a ese sistema castrador y represivo, estúpido e intransigente que pretende, por todos los medios, meternos en adobo. El sistema, como tal, siempre aspirará a tener bajo control a la población. El Gran Hermano nos vigila hasta en nuestros momentos más íntimos. Nos enchufa la cámara en el culo y de paso nos ausculta con suma precisión. El sistema es por definición antropófago, y no soporta que se descarríe ninguna oveja del rebaño. A las ovejas negras, en todo caso, se les obsequia pienso terapéutico para que se relajen, o simplemente se les administran sabias dosis de electrochoques. Y si todavía continúan empalagosas, y no dejan de joder a la élite bienpensante y al poder carnívoro, les acaban propinando el latigazo definitivo. No es conveniente decir verdades que arremetan contra el poder. No sienta nada bien que uno se lance al ruedo, que le entre a ese toro o vaca que es España por el lado que más duele. Nos cuenta Panero en su Agujero llamado Nevermore que "escribir en España no es llorar, es beber,/ es beber la rabia del que no se resigna/ a morir en las esquinas, es beber y mal/decir, blasfemar contra España/ contra ese país sin dioses pero con/ estatuas de dioses, es/ beber en la iglesia con música de órgano/ es caerse borracho en los recitales.... caerse húmedo, babeante y tonto y / derrumbarse como un árbol ante los farolillos/ de esta verbena cultural". Escribir en España es como no escribir, porque a nadie le interesa lo que uno pueda contar, decir, sugerir, salvo que uno sea un farandulero o un enchufado. Entonces juntar letras puede convertirse en un gran negocio, y una forma rápida de alcanzar los tronos de esta verbena incultural. Se escriben tantas pendejadas que al final la escritura pierde su importancia primigenia. Cualquiera es capaz de escribir gilipolleces de cara a entretener a un público cada día más entontecido a resultas de las catástrofes que provoca, entre otros, el medio televisivo. Escribir en España es como hablar al pedo. La palabra ha dejado de ser importante.

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