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La tubería separa las aguas pluviales de las residuales para descongestionar la depuradora

El colector de La Rosaleda entra en servicio tras 2,5 millones invertidos

La infraestructura tiene 900 metros de longitud y puede recoger tres veces el caudal del río Sil

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Carlos Fidalgo - ponferrada
Ponferrada

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El alcalde de Ponferrada, Carlos López Riesco, se encargó ayer de recibir las obras del nuevo colector de aguas pluviales del barrio de La Rosaleda, que han tenido un coste superior a los dos millones y medio de euros procedentes de la promoción inmobiliaria de los terrenos del PAU1. La nueva infraestructura hidráulica, una tubería de poliéster reforzado de fibra de vidrio para evitar la corrosión, tiene 900 metros de longitud y entre 1,80 y 2,20 metros de diámetro, y recogerá el 80 por ciento del agua de lluvia de La Rosaleda para verterla directamente en el río Sil, a la altura de la antigua central térmica de la MSP y después de bordear la Ciudad Deportiva y la avenida de La Libertad. «No muchos lugares tienen una red de aguas pluviales separada de la de aguas sucias. Se trata de que no se sature la estación depuradora con aportaciones de agua que no hace falta depurar», explicó Riesco minutos antes de bajar a la tubería para conocer personalmente sus dimensiones, ataviado de casco, botas de agua y traje impermeable y acompañado por algunos ediles de su equipo de gobierno. El colector está dimensionado para acoger un caudal máximo de 9,3 metros cúbicos por segundo -«tres veces más de lo que baja por el río Sil», explicó el alcalde- aunque su tramo final puede llegar a superar los 12 metros cúbicos por segundo. Antes de desembocar en el río, el agua de lluvia pasa por un aliviadero que regula el vertido y con una capacidad de 900 metros cúbicos, el equivalente al agua recogida por todo el colector durante dos horas de lluvia intensa, según los datos técnicos difundidos por el Ayuntamiento. La Unión Temporal de Empresas Manceñido y Cymotsa ha realizado la obra «en un tiempo muy aceptable», valoró el alcalde. Los obreros han tenido que abrir una zanja de entre ocho y 14 metros de profundidad y remover hasta 300.000 metros cúbicos de tierra. López Riesco calificó la obra de «imponente» y destacó expresamente que a pesar de las dificultades de ejecución y de las fuertes medidas de seguridad previstas, los trabajos se han llevado a cabo sin mayores problemas para ofrecer «una solución moderna y eficaz» al vertido de aguas pluviales. Los 900 metros de tubería tienen una pendiente del 0,2 por ciento en todo el recorrido desde La Rosaleda y la avenida de Asturias hasta el río Sil.