Diario de León
Publicado por
JORGE VILLA
León

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APARECIERON por la tarde perfumados y luciendo de domingo. Gomina y joyas se disputaban el protagonismo y dotaban a la escena de un hedor paletil, asaz hortera, y pelotillero a lo bienvenido Mr Marshall. Un zipotillo alegórico, con escudo y leyenda incluidos, había amanecido misteriosamente a la entrada del Campus de Ponferrada. La expectación iba en aumento y todos se abalanzaron para saludar cuando llegó el coche del presidente. Uno, que para eso es muy fallero y no le gustan las cosas a medias, echó de menos a la banda municipal amenizando el evento, un grupo floklórico de jotas y la participación en el acto de los más pequeños del lugar para leerle al primus inter pares de Castilla y Gijón (perdón, León) unos emocionantes ripios sobre las calidades y maravillas de nuestra zona. Pero no, sólo estaban, aunque eran muchos, los que viven del asunto y el trashunto del Poder Popular, los de sobra reconocidos como apolíticos y desinteresados rector y vicerrector y algun profesor al que de sobra se le notaba que la fiesta no iba con él. Besos y abrazos mil, revoltijo de esencias y perfumes y empujoncitos de rigor para aparecer ante las cámaras lo más cerca de Juan Vicente Herrera y seguir chupando de la teta hasta Las Médulas. Y el presi inauguró el Campus berciano con sólo seis años de retraso y nada tuvo que ver el día con la campaña electoral nacional. Se trataba de un acto institucional y nada sonó a mitin partidista aprovechando el mando en plaza y con intención de influir en el electorado de la zona, a pesar de las palabras y arengas de una persona tan aparentemente honesta como Sor JuanVi de Calcuta publicitando los grandes progresos de la zona gracias, casualmente, al gobierno de su partido. En resumen, evento, con ágape, aparentemente institucional que sufragamos los de izquierdas y los de derechas pero que, por cierto, se malversó (etimológicamente que no jurídica, que igual) para una vergonzosa pantomima con intereses partidistas. Una nueva desfachatez de nuestros dirigentes regionales, universitarios, locales y sus secuaces (tecnócratas, cargos de confianza, amiguitos¿). «Bueno, los otros hacían lo mismo», me dijo un estudiante que vió el espectáculo a mi vera. Entonces recordé mis mocedades en Andalucía (una larga historia), le dí la razón, me callé y, sigilosamente, nos colamos en el refrigerio para ver si esas tortillas eran recientes o de hace seis años o más

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