Diario de León
Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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MORMONES, sí, muermones, muermos rebozados en harina y huevo, que son difíciles de tragar, religiosidad mormonera en días de primavera azul y radiante, mientras uno camina por las veredas del puente faraónico-ponferradino. Sois unos muermos. ¿qué, what?, nada, no lo tengáis en cuenta, sólo estaba pensando en voz alta, es la voz en off de mi subconsciente, que se atreve a susurrar a las orejas de los caballos en las inmensas praderas de la alegría, cuando florecen las margaritas, y los novios hacen arrumacos en los parques de la ciudad. De repente, en medio del ensueño, te acuerdas de que «muermos» se les decía a los mocos en tu matria lingüística. Mormón y muermo tienen como cierto parecido fonético. Mientras das vueltas a las palabras les dejas que te larguen su letanía, una retahíla de frases hechas, palabrería insustancial, alguna que otra pendejada, y así en este plan verboso, que te entra por una oreja y te sale por la otra. No os preocupéis por mi ánima, boys de Jesucristo, que uno es un descreído y un ateo, gracias a dios, y no vais a hacer nada bueno con mi persona, que se siente buena, incluso no siendo creyente de religiones inverosímiles y credos impresentables. No, muchachos, no merece la pena que gastéis saliva con este servidor, siervo de sus ilusiones y pesadumbres, pues vuestra palabrería de mormones gringos no logrará cambiar el rumbo de mi iconoclasta posición en el mundo de los píos. Soy Elder Bla Bla Bla. Y tú cómo te llamas, me preguntan. Pues yo soy Pepito el de las Gaseosas. Puede que les dijera mi verdadero nombre, qué más da, eso no cambia el discurrir de los hechos. Yo también soy Elder, me dijo el otro ser encorbatado. No recuerdo el nombre de ninguno de ellos. No importa. Elder significa misionero, me espeta uno de ellos. Después de una charla de cinco minutos, deciden pedirme mi número de teléfono. No os preocupéis por mi alma, insisto, que nada me hará cambiar, y tampoco acudiré a vuestras misas. Ya tengo bastante con las misas dominicales a las que nunca asisto. ¿De qué estado sois?, les pregunto. Somos de Utah, me responden con orgullo. ¿Conoces? Sólo sé que en vuestro estado se realiza el festival de Sundance, añado. Oh, Sundance, ya. No soy religioso, sabéis, pero me siento espiritual. Deberías preocuparos por Bush, esa bestia anticristiana y criminal, que nos tiene a todos acojonados. En cuanto les digo esto, los mormones, sin despedirse, continúan su camino, tal vez en busca de mejores almas.

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