Cacerías ilegales
LA CAZA como deporte es una aberración. Va contra natura. Nunca he entendido cómo hay individuos a los que les apasiona disparar contra los animales silvestres por el mero hecho de dispararles. Pasión de gatillazo. Sospecho. Aunque el gatillazo, en este caso, no haga referencia a una incapacidad sexual, sino más bien a una potencia, a una virilidad cuasi antropófaga. Aunque si le damos vueltas al asunto, y nos paramos a reflexionar, quizá este gatillazo también tenga mucho que ver con una impotencia de corte sexual. No vamos a entrar ahora de lleno en el psicoanálisis. Lo dejamos para otra ocasión. La caza, por lo demás, me hace recordar aquellos tiempos franquistas en que se disparaba mucho al pedo. Cuánto disparo inútil a la absurda realidad de las miserias y prepotencias. A don Paquito le entusiasmaba la caza. Es probable que, aunque omnipotente, fuera impotente. Cuánto imbécil dispuesto a «engatillar» lo que se le pusiera por montera. Entonces al personal le encantaba tirar al plato en las romerías. A algunos especímenes les gustaba mucho tirar a lo que fuera. En algunas fiestinas del Bierzo seguimos viendo aún cómo los cazadores y tiradores de turno siguen apuntando al plato. Algunos lo hacen con mucho acierto, lo cual nos asusta. En nuestra época también hay cafres a los que les pone tirar a lo que sea. La caza de animales es un divertimento absurdo que alimenta el ego, un algo criminal, de quien tira a matar. No hace falta tener muchas luces para darse cuenta de lo que estoy diciendo. Y si alguno se siente ofendido, no tiene más que indagar en su historia personal, en su subconsciente florido y fermoso. Descubrirá, de seguro, un instinto bárbaro. Y verá que algo de cierto hay en lo que digo. Qué terrible cuando a uno le da por sacar a flote la mierda que llevamos dentro. A todo animal, incluido el hombre, le aflora el instinto cazador en cuanto siente la necesidad urgente de comer, él y/o su cría. O ambos a la vez. Mas la caza por entretenimiento, por matar el tiempo, que se dice, es algo con lo que nunca estaré de acuerdo por más que me adornen el asunto. Me pueden contar misa de doce, mas seguiré creyendo que la caza es una bestialidad, además de un ritual más o menos vistoso. Hace algunas días unos guardas del Alto Sil, pertenecientes a la Fundación Oso Pardo, sorprendieron en plena faena a unos furtivos. Los muy cabrones -no tienen otro nombre- se calzaron a una corza. No estarían mejor tipos como estos cazando gamusinos en el valle de las ilusiones, que dándole muerte a una cierva.