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Publicado por
MARÍA AÑIBARRO
León

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A NADIE le cabe la menor duda de que vivimos en el mundo de la imagen y de la apariencia, ya no nos planteamos la sempiterna duda entre el ser y el parecer, ahora desde luego lo que importa es el parecer: tener buena imagen facilita la vida en todos los sentidos. La imagen, desde luego, es algo muy genérico, pero sin embargo muy tangible en determinados campos: es fácil saber qué tiene buena imagen y qué no, hasta un niño que pasa horas delante del televisor nos lo podría decir. La cuestión se complica cuando nos ceñimos a un solo campo vital, todo tiene su imagen y su diseño, en un mundo tan competitivo como el actual nada es porque sí, el que todavía no crea en la imagen de un producto está abocado al fracaso. En los productos agroalimentarios la imagen y el diseño también son decisivos, si bien antes los productores sólo se preocupaban de que el producto fuese de calidad y fiel a una receta tradicional, ahora la tendencia es otra. En el mundo del vino el tema de la imagen ha jugado siempre un papel muy importante, y se puede decir que el origen de ese glamour que rodea al preciado líquido, viene de la vecina Francia que lleva muchos años en lo que llamamos cultura del vino. Todos los elementos que lo rodean juegan un papel decisivo para dar determinada imagen: desde el viñedo hasta la botella que vamos a consumir. Siendo prosaico, el vino no es más que un alimento, pero sin embargo, lo asociamos a un artículo de lujo, de ahí que la imagen juegue un papel tan importante. Si miramos hacia el pasado, nos hemos alejado, afortunadamente, de aquellas botellas vestidas con redecilla de oro tan comunes en los vinos de Rioja y que en sus tiempos se asociaba con algo lujoso. Hoy lo que impera en el mercado es lo sencillo y quizá donde más licencias se permitan los bodegueros, sea en las etiquetas. Por ejemplo, algo tan aparentemente simple como una botella, es determinante para el producto, por ejemplo una botella tipo borgoña se asocia a los vinos franceses y por ende a vinos «buenos», este es el motivo de que muchos vinos de crianza y reserva nacionales elijan este modelo, de formas más sensuales, de apariencia pesada y contundente, en definitiva algo caro. Si entramos en el terreno de las etiquetas, podemos encontrar de todo, desde las más modernas y minimalistas, hasta las que reproducen obras de arte, incluso las que pensando en el consumidor, aplican código Braille.

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