Dos modelos de Bierzo

EN LAS últimas semanas hemos vivido la enésima lucha política a causa del Consejo Comarcal. Lo que se está dilucidando en el fondo no es otra cosa que la aplicación de un modelo de administración regional por debajo de la propia Junta y por encima de los municipios. Los sesudos representantes públicos desde la meseta castellana no quieren ni oir hablar de singularidades, ni particularidades geográficas, culturales, económicas, históricas y, mucho menos, políticas. Pero ambos partidos, PP y PSOE, se topan una y otra vez con un engendro diabólico creado por intereses electoralistas de los populares y gobernado desde siempre por los hijos putativos de Pablo Iglesias. Desarrollar un modelo autonómico será algo así como encontrar el bálsamo de fierabrás para la clase política. El centroderecha regional quiere articular un modelo administrativo que por debajo de la todopoderosa Junta de Castilla y León se estructure en mancomunidades. Los presupuestos y competencias de las mancomunidades revertirán, por encima, de las diputaciones provinciales y por debajo, de los ayuntamientos. Así, los municipios más débiles se fortalecerán y aunarán recursos para atender a los servicios de tan amplio número de entidades locales. Las diputaciones, por su parte: ni hablar de este modelo, puesto que sería la puntilla final a su residual existencia frente a Delegaciones Regionales, Subdelegaciones de Gobierno y ayuntamientos grandes. ¿Pero y el Bierzo? ¿Creamos una supermancomunidad? Por su parte, las huestes del PSOE, propugnan un mapa comarcalizado mucho más cercano a la realidad vital de las nueve provincias de Castilla y León potenciando los consejos como el berciano y con la misma filosofía pragmática que la idea del Grupo Popular y con sus mismas interrogaciones. De la práxis política se desprende que ambos modelos siguen enfrentados y sin hacerse realidad. El tiempo transcurre y los verdaderos inocentes, los ciudadanos, son los perjudicados de contar con un mapa administrativo desorganizado, caótico, farragoso en su concepción, inoperante en su aplicación, e incomprensible en su acatamiento social. Hay que abrir de una vez el debate, saber qué se quiere y a dónde se puede ir. Hay que trabajar señores y dejarse de puyitas acá y acullá. Faltan ideólogos, sobran charlatanes que nos tienen atolondrados y confundidos. Todo un mercado con el lema: «Vótenos. Fabricamos el modelo de administración a la medida de sus aspiraciones».