Diario de León
Publicado por
CÉSAR GAVELA
León

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SE HABLA en estos días de la autovía del Bierzo a Ourense, esa ciudad que ahora se llama Ourense y que le queda mejor, como si sonara más a oro, a dorado, y ese nombre hasta se parece un poco a Ouro Preto, el bello burgo colonial y minero del Brasil más portugués y gallego. La autovía de Ourense es muy necesaria porque aquella ciudad romana siempre estuvo muy lejos del Bierzo y de León, y eso que somos vecinos. Urge la reparación de esa gran falta que se aprecia cuando constatamos que Galicia está bien atendida por el norte -autovía de A Coruña- y también por el sur -autovía Rías Bajas- pero no así por el centro. Falta trabajar la la ruta natural que orienta el río Sil. Ourense, mucho quise estar allí de pequeño. Me parecía un sueño una cosa tan sencilla como ir a Ourense, andar por sus calles. ¿Cómo sería Ourense?, me preguntaba. Pero lo cierto es que no iba, ni de niño ni de adolescente. No había motivo en casa y además Ourense estaba muy lejos, al otro lado de miles de curvas y piedras, pantanos y bosques; encerrada, para mí, en su silencio. Ourense era una flor misteriosa, un olvido, hasta que un día ya me fui a Ourense, lo necesitaba. Para cumplir el viejo deseo de recorrer sus calles y plazas, sus museos y fuentes, su legado romano. Y es que a uno siempre le gustó mucho conocer ciudades pequeñas y medianas. Mirarlas y que nos cuenten su vida. Ciudades del noroeste, sobre todo, que son las que mejor nos entienden. Las que guardan luces viejas, sonidos familiares y ese pasar del tiempo que es tan parecido en Ourense como en Lugo, en Monforte como en Ponferrada, en Astorga como en Mondoñedo. Uno es del cuadrante y por esa demarcación disfruta, en sueños o en veras, y Ourense, hoy, tan lejos como ando de sus calles, aún me saca sonrisas y memorias, rostros y también libros porque Ourense fue la capital cultural de Galicia durante años. La ciudad de Lamas Carvajal, de Otero Pedrayo, de Eduardo Blanco Amor y la del gran poeta en castellano José Ángel Valente, a quien tanto admiro. Pero no conviene olvidar que Ourense es una ciudad moderna y un famoso caudal de chicas muy arregladas paseando por las calles limpias del centro, buscando amor o buscándose a sí mismas en el revoloteo de las tiendas y por el fulgor de las miradas perdidas y halladas en el templo de sus carnes ropas de sus anhelos y prisas. Hay que ir a Ourense por la autovía. Y mientras la hacen, también hay que ir. Porque Ourense no es una ciudad de paso. Y su antigua provincia tampoco.

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