¿Y usted qué piensa?
ANDÁBAMOS LOS Vitellonni en el comedor del Campus haciendo, como siempre, el aborto aunque de manera un tanto menos exagerada que otras veces. Más que nada por los rigores del calor que a uno le obligan a retener la energía. Súbitamente me acordé: «¡Coño, el artículo!». El más quijotesco de los Vitellonni, apelativo italiano que como todos ustedes ya sabrán significa algo así como «inútil» o «miserable», se ofreció como amigo entrañable que es a darme una idea: «Podrías hablar sobre culos, cono eso del verano. O no, mejor sobre lo que pasó el otro día». En estas se sumó el más Sancho vitelloniano y entre los dos me narraron cómo un amigo de los tres, en un arrebato de honestidad hincó sus fauces en ese lugar donde la espalda pierda su casto nombre de una engañosamente inocente mozuela para luego arrearle un cachete, como si de John Wayne en el Hombre Tranquilo se tratara. Todo por supuesto en plaza pública y ante el asombro de los allí presentes. No, no se trata de un rumor y no daré nombres de los protagonistas de tal asunto aunque puedo jurar que este Quijote y Sancho vitellonianos me los dijeron. Pero el trashunto de tan sorprendente historia, la moraleja a la que mis amigos llegaron de este escándalo público rozaría para los políticamente correctos y bien pensantes el machismo más retrógado cuando sin embargo el discurso roza, según ellos, la lógica más aplastante. Supongamos un niña mona, de aspecto inocente y gusto por la tontería, que no estoy diciendo que fuera el caso conste. La muy lozana se atavía con sus mejores galas veraniegas y luce palmito con estilazo casi lolitesco y a sabiendas. Única hembra en territorio varonil, a estas que el lobo en cuestión se encuentra realizando un esfuerzo casi titánico y al agacharse para descargar un gran peso, se encuentra con un exquisito trasero frente a sus ojos que la preciosa señorita había colocado cómo si de una estrella del séptimo arte se tratara. Imperdonable ese mordisco, les exclamé."No te equivoques ni seas hipócrita", me respondieron. "Ese juego no vale porque ella creía jugar sobre seguro y según sus normas, calentaba al personal por doquier hasta que pero se topó con un honesto en una situación y en un contexto. Fue una broma simplemente y si se lo tomó mal que se fastidie. No es un juego justo si las reglas sólo valen para unos y no para todos", espetaron. Sí, acaeció en Ponderada y la verdad, no es más que una anécdota pero da que pensar ¿No? ¿Y usted qué opina?.