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Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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PONFERRADA ha dejado de ser una ciudad con aspecto desaseado para pasar a ser una de esa damitas de escaparate cuyo perfume nos embriagara de gusto. No nos queda más que enamorarnos de esta señorita que no hace tanto tiempo, vistiera trapos sucios, y presentara un físico no demasiado atractivo. La limpieza, al menos para uno, es muy importante a la hora de encarar una relación amorosa. El amor, en el fondo, no es más que una cuestión de olor, de feromonas. Y si alguien, en lugar de perfumito rico, exhala cochambre, ya te puedes ir echando para atrás. Nuestra señora-capital, como quiera que se ha mostrado bien limpita durante estos últimos años, ha sido premiada con la escoba de plata. Esperamos que esta escoba le ayude a mantener siempre limpia su cara. A partir de ahora, con esta escoba de plata no caben descuidos ni desaliños. No queremos nunca más una Ponferrada sucia. Ponferrada, aunque haya mudado de trajes en los últimos años, no es todo lo hermosa que uno quisiera. Huele bien. Vale. Mas no es muy guapiña. Nuestra capital, ubicada en un entorno de una gran belleza, no tiene ese encanto de otras ciudades, o de muchos otros pueblos bercianos. No sólo su pasado-presente industrial y minero ha convertido a la capital del Bierzo en una ciudad feúcha, sino que el sub-desarrollismo urbanístico dejó huellas catastróficas. En gran parte de las ciudades, y pueblos españoles, se cometieron verdaderos atentados construyendo edificios estéticamente repulsivos. Tampoco hubo ninguna planificación a la hora de construir. Se construía a lo loco. Valía cualquier cosa. No resulta fácil desprenderse de este pasado. Confiamos en que la Ponferrada del futuro, sea resplandeciente. Tampoco deberíamos olvidarnos de que las chimeneas de Compostilla siguen soltando suciedad y contaminación. Y la capital berciana, que está a salto de mata, aspira y respira porquería por toda la cañería de su ser.