Palabros
HACE DOS días fui al ambulatorio a recoger unas recetas para mi suegra. Me correspondió el número de orden treinta y seis. Había mucho calor humano en la sala de espera, desbordada desde las primeras horas de la mañana; mientras seguían llegando pacientes, aunque la sala se aliviaba cada siete minutos, pensé que siempre tiene que haber alguna palabra que altere la calma chicha del verano, en bares, terrazas, plazas públicas y corralas, pronunciada en este caso por la consejera de sanidad de Cataluña Marina Geli. La palabra «copago», como si fuera un latinajo, pone en guardia y enciende las luces rojas de la sospecha en mi ordenador. No me extraña. Voy a empezar a pensar que los ordenadores no son tan tontos como suponía. Se trata, en efecto, de sondear la posibilidad de que los usuarios de la sanidad pública paguen un euro por visita médica, para sanear el sistema y para frenar, de paso, el síndrome de barra libre de los usuarios adictos y poco corresponsables que, en definitiva, van y vienen a donde les mandan y esperan lo que no está escrito.Dice un amigo mío, veterano jugador de golf, que los catalanes golpean mejor la bola porque, en vez de levantar la cabeza como hacemos todos, se quedan mirando a ver si debajo hay un euro. No me gusta la tesis, o hipótesis, de la consejera Geli porque no me gustaría regresar a aquella sociedad de los siglos XVI y XVII, feudo-señorial, estamental, aristocrática y radicalmente injusta, donde solo pagaban impuestos los pobres. En este caso pagarían el euro los silicóticos sin capacidad ventilatoria y otros dolientes crónicos en cuyo ranking León y el Bierzo en particular ocupan podio. Pienso que el tinglado administrativo necesario para gestionar el invento, lo dejaría en lo comido por lo servido.Aunque el Conseller en Cap dice que la propuesta es inviable, hoy por hoy, lo cierto es que acaba de ser aprobada en Francia, dulcificada, es decir dejando fuera a los pobre y a los niños, nada se dice en este caso de los militares (rasos), y se extiende por todo el mundo como una mancha de aceite. Desde la oposición en Cataluña, el convergente Artur Mas, lanzándose a la piscina sin mirar si hay agua, proclama que «los de izquierdas y progresistas nos están cosiendo a impuestos». Exagerao.