MEPIROLAUNI
Paletilandia Borreguil
ANONADO y estupefacto me quedo ante la televisión y esos procesos de herejía y beatificación que se pergeñan durante los anuncios como quien se fríe un huevo o firma un recibí. Será que ando muy lúcido estos días, será que echo de menos aquellas calles que siendo niño yo recorrí. Pero tras los incendios de Molinaseca y Valdeorras, miro la tele, todas las cadenas y no veo tales altercados por ningún lado y me parece a mi que tienen su importancia y sus repercusiones mil. Estaría bien analizarlas. Será esto del siglo XXI y lo de la comunicación y la información al momento, pero para mi gusto se ha llegado a la paradoja de que vivamos en una Aldea Global, sí, pero que no forma o instruye, sino que analfabetiza a los maduros y maleduca a los nacientes para que todos vivamos en este fantástico Paletilandia Borreguil sin concienza donde, tras miserabilizarnos, rezamos por el alma bondadosa de esa gran Santa y abnegada mujer que fue la Ordoñez, por ejemplo. Seis días llevamos con la tontería, que si la Ordoñez patatín, que si la Ordoñez patatán...Aún recuerdo cuando murió su padre, D. Antonio Ordoñez, quizás el torero más grande que dió el siglo pasado, Medalla de Oro de las Bellas Artes, amigo del alma de Hemingway y de Orson Welles. La muerte de Antonio Ordoñez no ocupó si quiera la centésima parte ni en periódicos, televisiones, radios que la de su hija. Eran otros tiempos. El gran Antonio Gades falleció un par de días antes que la bella rondeña y a pesar de su importancia tampoco ha ocupado ni el diez por ciento en los medios que esta gran musa del colorín y la farlopa, sin oficio ni beneficio, que hablaba sobre la vida privada de sus hijos con la misma facilidad con que acusaba a un ex de malos tratos tras pasar por caja y recibir el correspondiente estipendio. No seré yo quien intente demonizarla, pero me indigna que mi vecina de al lado, esa buena señora que se santigua cuando me ve subir por las escaleras con una chavala o fumando un cigarro, esa señora que aguanta estoica las palizas de su marido alcohólico, que está sacando a base de fregar suelos a sus tres zagales para adelante, me indigna, decías, que llore de esa manera por la Ordoñez y asienta con la cabeza mientras por la tele cuenta el Mariñas, el Coto o el Kiko que ella estaba muy sola y que en el fondo fue muy desgraciada. Eso es que ya no existe ni ética ni estética en este país o que nos hacen falta una buenas vacaciones. Digo yo. No lo sé muy bien.