Diario de León
Publicado por
RAQUEL PALACIO
León

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LAS DIFERENTES corrientes maneras y formas en el comportamiento y en el vestir, pasan a llamarse «tribus urbanas» cuando el comportamiento se lanza a la calle y el vestir se sale de lo «correcto» y pueden reconocerse las preferencias estéticas, en pelos y ropas. Este fenómeno, propio de la sociedad occidental, responde a las ansias de identificarse más allá de lo establecido. La voluntad de ser diferente, lleva a enarbolar una bandera metafórica o real, a atenerse a otros límites de otro dogma al fin y al cabo, por muy nuevo que sea y por mucho que eche por tierra los valores considerados como erróneos, o viejos, o insulsos. Por eso muchas veces se está más preso dentro de lo supuestamente transgresor. El aspecto es la información más directa, una tarjeta de presentación fiel o infiel, y hasta el más desaliñado suele ser un presumido buscando identificarse con un modelo existente y reinterpretado para su caso particular. «Aquí estoy, detrás de mis greñas» podría traducirse de su mirada desafiante, u «hola, soy yo, y no se me caen los pantalones» diría un rapero-hip-hopero harto de oír la misma cantinela meticona por parte de su familia. Una vez leí que «la cultura surgió en el momento en que nuestros antepasados aprendieron a imitarse entre sí», y creo que a estas alturas la autenticidad anhelada por muchos ya no tiene lugar, contando con que a partir de la primera generación de punkyes, por ejemplo, las siguientes fueron adeptos y las actuales, imitadores. Mal que les pese a los más duros, el romanticismo se esconde en el fondo de sus intenciones. ¿Qué tienen en común los poemas de Rosalía con un concierto de Iron Maiden?, ¿en qué se parece un hippie a Gil y Carrasco?, ¿hay algo en común entre un skin-head y Bécquer?... Resulta chocante, pero quizás todos ellos reunidos en una habitación coincidirían en aceptar que una suerte de sentimientos encontrados, una ristra de anhelos escapados a su control y un puñado de elevados ideales mueven sus vidas y sus acciones. Así que hay románticos comunistas y neonazis con posiciones que defender, y lo que le ocurrió a Aniceto hace unos días fue identificado como activismo neonazi contra un comunista... sorprendente, aquí; suena a pandilla aburrida en busca de incentivos y con muchas ganas de ser malos, creo que ni siquiera eran conscientes de las consecuencias legales, y si lo eran es igual. Ir a la cárcel, alimentará sus aspiraciones de ser lo que la ley acaba de confirmarles que son.

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