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Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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SE HABLA a menudo de basuras varias: comida, trabajo, televisión, música, cine, mas la verdadera basura es la sociedad. Principiemos por llamarles a las cosas por su nombre. Basta ya de falsas conciencias y/o autoengaños baratos. Admitamos que algo está fallando en nuestro sistema social: antropófago y comemierda. Y si un rapaz se pasa las horas muertas chupando telebasura será porque éste se ha convertido o se está convirtiendo en un telebasurero. Y si este mismo rapaz, u otro, tararea las canciones de un tal Bisbal o se confiesa adicto a programas televisivos en los tienen por costumbre encerrar a los monos para que un país entontecido vea cómo se atizan, será porque este chaval responde a unas pautas de comportamiento bien reconocibles. Y si una rapacina se pasa el santo día dándole candela al movilín para soltar gilipolleces: dime-sabes-o sea-no-superguay, en vez de instruirse leyendo a Jean Genet o Las amistades peligrosas de Laclos, será porque se está volviendo apijotada perdida. El apijotamiento forma parte del juego diabólico en el que nos tienen sumidos quienes aspiran a convertirnos en máquinas productivas. Léase El Anti-Edipo (capitalismo y esquizofrenia) de Deleuze y Guattari. La causa de este desastre social no sólo está en los medios de comunicación de masas, sino también en los papis, en la familia, en esa familia desestructurada, con buenas dosis de neurosis, incapaz de educar a la prole en sana libertad, con la correspondiente ética amatoria, solidaria, comprometida en cuerpo-alma con la sociedad de su tiempo. Se educa a los chavalines para que se conviertan en monstruitos: seres egocéntricos, individualistas, robots de un engranaje perverso. Miedo nos da lo que puede llegar a ser la sociedad que se nos viene encima, que ya nos está royendo las pelotas. Cada día nos parecemos más a los gringos, que están atolondrados a resultas de la manipulación y el lavado de coco que sufren. Son los gringos, en su conjunto, rebaño conducido por las veredas de la violencia y la muerte. Copiamos lo peor de esta sociedad imperial que va camino de la autodestrucción. No tomamos, como modelo, lo que de bueno puedan tener estos vaqueros de la posmodernidad, que algo tendrán, supongo. El berciano, como ser globalizado, también comienza a perder sus buenas costumbres. Y se engancha, como apabullado por la uniformización, a la comida de la hamburguesa rápida, las patatas fritas congeladas y el perrito caliente aderezado con berza de la tierr

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