Diario de León
Publicado por
MARÍA ANÍBARRO
León

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CUANDO alguien me pregunta por un buen restaurante, siempre se me plantea la misma duda, qué es lo que entenderá mi interlocutor por «bueno» para poder sugerirle de la mejor forma posible. En principio, es evidente que aquel en el que se come bien, pero no siempre es suficiente, el servicio es decisorio, es importante un ambiente acogedor y su situación, el precio y la constancia. Cada individuo ponderaría una cosa y otra, según sus gustos y experiencias. Quizá en una época en la que cada vez se va a los restaurantes como un acto social o de negocios, o una excusa para salir de casa y reunirse con los amigos, por placer, más que para satisfacer una función vital. Rara vez nos paramos a pensar la importancia que cobra la carta de vinos y bebidas en un restaurante, una comida puede alcanzar la perfección con la buena elección de un vino. A diferencia de lo que ocurre con la cocina, el vino en los restaurantes queda, en general, algo relegado a un segundo plano. Desgraciadamente para aquellos a los que disfrutamos con el vino, no siempre la carta de vinos está a la altura de las pretensiones de la oferta de platos. En su número de agosto, la revista americana Wine Spectator, publicó un reportaje titulado «los mejores restaurantes para amantes del vino», en el que se recogía una lista de tres mil cuatrocientos ochenta y siete restaurantes de todos los lugares del mundo. Esta lista valoraba la importancia de la carta de vinos en los restaurantes seleccionados, en definitiva una guía para todos aquellos que buscan no sólo una buena comida sino también poder completarla con una o varias botellas de vino. A pesar de la ventaja americana, uno de los afortunados en el cuadro de honor fue el restaurante extremeño Atrio. Esta lista es testimonio de la importancia del vino en la restauración, sobre todo en aquellos países donde la cultura del vino está más extendida, y los clientes demandan cada vez más novedades. En nuestro país cada vez son más los consumidores que se han enganchado a la «cultura del vino» y exigen, en un restaurante, un equilibrio entre platos y vinos, lo que ha obligado al sector hostelero a leer guías y revistas e incluso ha hecho resurgir la figura del sumiller, como consejero a la hora de redactar una carta de vinos atractiva. A veces sin necesidad de recurrir a lugares consagrados, nos llevamos sorpresas agradables, y encontramos las últimas novedades a precios razonables, en restaurantes y tascas.

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