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| Crónica | Funeral por un periodista | OPINIÓN

Linares se fue con la última noticia

El multicolor de la sociedad berciana despidió en Ponferrada al comunicador radiofónico y de prensa que más influyó en las gentes de la comarca en el último medio siglo

Luis del Olmo, junto a su esposa, a la salida de los oficios religiosos

Publicado por
Manuel FélixANA GAITERO - ponferrada
Ponferrada

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Allí estaban todos en su adiós: Los del Bierzo, los de Valdeorras y los de Cabrera, su grito de guerra radiofónico. Los ricos y los pobres, los altos y los bajos, los políticos de altos vuelos y los mediopensionistas, y por su puesto, sus paisanos del pueblo y todos aquellos amigos de tertulia de barra de bar y confidencias con quienes desbordaba su sana y socarrona alegría. Ignacio Linares, el periodista de radio y de periódico fallecido, referente de esta profesión en el Bierzo y más allá de sus fronteras durante el último medio siglo, se fue dando él la última noticia. Y lo hizo de manera discreta, llana y clara. Tal como era. Pero en su funeral, si el cariño de su gente se midiera en coronas y ramos de flores, habría que cambiar el sistema métrico decimal. Hubo quien contó ayer 33 coronas y más de cien ramos, que a duras penas entraban en cinco coches fúnebres. Las floristerías se quedaron sin existencias. Todo, para testimoniar el cariño a su familia, a su esposa Yolanda Ordás y «sus mujeres», en las que se gastaba el dinero, -sus hijas-, como a Ignacio Linares le gustaba decir siempre con fina ironía. Ayer, a las doce del mediodía, a esa hora en la que todos sintonizaban para escuchar su avance informativo, el féretro de Linares entraba en la iglesia de San Antonio de Ponferrada. Dentro, el templo estaba a rebosar. Hubo quien contó un millar de personas. Su amigo del alma, Luis del Olmo, llevaba esperando sentado en silencio en uno de los bancos delanteros la entrada del cortejo fúnebre. Directores de periódicos, de emisoras de radio de la competencia, empresarios de la comunicación, las finanzas, representantes de la cultura o la educación, fueron uno solo en este momento de dolor. Siete sacerdotes quisieron oficiar la misa, presidida por su párroco, Antonio Gómez, y que fue cantada por su amigo, el arcipreste Antolín de Cela. En la homilía, el sacerdote dijo que, aunque fuera el transmisor de noticias de la mezquindad de los hombres, Linares le ponía su voz, «que era poner música buena a esas noticias». «Necesitamos voces dulces desde las cuales hable el corazón», abundaba el párroco, al tiempo que recordaba la luz que irradiaban los ojos del periodista homenajeado. «Esos ojos eran la mejor forma de comunicación que tenía Linares», sentenciaba. Mientras, en los corrillos de fuera, -en la calle, puesto que en la iglesia no cabía nadie más-, se comentaba la jugada de Ignacio Linares al dejar este mundo. Recordaban como anécdota, y como si de un presagio se tratara, que las ondas de su emisora, Onda Bierzo Punto Radio, enmudecieron por un problema técnico para hacerle coro a los pocos minutos de expirar. La misa de funeral de Linares terminaba y la gente se quedó dentro en silencio, dando respetuosa preferencia al féretro y a su familia para no colapsar el paso. Y así, el periodista de raza se fue en una mañana fría y con sol. ANTES que con Ignacio me encontré con su voz, una fría mañana de enero, con la niebla poniendo cortinas a Ponferrada. La voz de Ignacio, que no me conocía de nada, me recibió cantando por teléfono en la delegación del Diario de León. Luego vinieron las batallas. Él, con todas vosotras, Yolanda, Sonia, Zaira, Beatriz, Silvia, Yolanda (hija) estrenando ondas. Llovieron huelgas mineras, agitados plenos, sucesos y fiestas. A pesar del tiempo y la distancia, conservo, como una lección de tantas que me dio el Bierzo, la imagen de un hombre inquieto con una enorme sonrisa en la mirada y apasionado por la radio, por la noticia; por sus mujeres. Era un referente porque tenía pasado, mucho trabajo en las espaldas y la vocación pegada a la piel. Y fue acicate y estímulo para los que empezábamos. Gracias.