Diario de León
Publicado por
RAQUEL PALACIO
León

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PARA escribir tienes que leer mucho, me dice Isabel cada vez que me la encuentro. Sabio consejo que da en el clavo del hacer literario y que siempre agradecí. Hay que leer, para correr con las palabras y echar a volar con ellas. Como hace ella en sus escritos y poemas, muestras de su profundo conocimiento, que brota también en su conversación,franca, salpicada de citas, títulos y nombres de la literatura universal. «Me acordé de Joyce en Dublín/ mientras estábamos solas/ con un poco de intimismo/ y soledad juntas./ También me acordé de Cummings, que dice «querida mía» y habla de flores...». Isabel escribe de Ponferrada, del Bierzo, de las mujeres, de lo bello de un momento cualquiera: «Es de noche, tan de noche que no se ven luciérnagas en las persianas./Las libélulas se encendían aromáticas y rojas, llenas de vida en su plenitud./Alrededor del tren pasaba el tiempo loco de amor...». Y de su amada Galicia, donde pasa una o dos temporadas al año, donde estudió y concluyó su carrera de Filología Hispánica, colaborando con El Correo Gallego como correctora de erratas para ayudar a la economía familiar que corría también con los gastos de su queridísimo hermano violinista. Con la dulce musicalidad del galego retrata vivencias y visiones en esta tierra: «...Aiquí ocorre que a xente ven, os veciños veñen e acomódanse nos escanos e nas casas coma se foran proprias díles. Isto teño na cabeza que non debe pasar polo mundo», o: «Volvín á casa dos meus tios, unha casoa de pedra onde vive aquel primo meu que sempre me pareceu o protagonista dun romance que cantaba a miña aboa.» El conocimiento de las cosas, del porqué, del ser humano y sus actos, sus potencias y sus frutos; una sed de descubrimientos que siempre llevan a otros que nunca terminan de descubrirse, la pasión por saber que bullía en la joven Isabel fue su incentivo, su tesoro y su condena, porque, desde hace 25 años, sufre una indescifrable esquizofrenia que ella misma trata de descifrar. Pequeña, ojos vivos y buenos detrás de sus gafas, 49 años llenos de sabiduría en esta vecina del barrio de Cuatrovientos, caminadora de toda la ciudad y alrededores. «Los renglones torcidos de Dios», la novela de Torcuato Luca de Tena, comienza con cierta cita: «La locura quizás no sea otra cosa que la inteligencia misma, que, cansada de ver las vergüenzas del mundo, ha tomado la sabia decisión de volverse loca».

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