Diario de León

Acerca del diálogo y la dialéctica

Publicado por
MANUEL CUENYA
León

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«EN España no se dialoga porque nadie pregunta, como no sea para responderse a sí mismo. Todos queremos estar de vuelta, sin haber ido a ninguna parte. Somos esencialmente paletos». Así de a gusto se despacha Antonio Machado en su «Juan de Mairena». Y no le falta razón. En España seguimos siendo esencialmente paletos. Y prueba de ello son nuestros regionalismos y nacionalismos amenazantes y castradores. En nuestro país no se pueden ni ver los de un pueblo con los del pueblo vecino, como se van a mirar a la cara los de una autonomía con otra. No hay más que fijarse en los seguidores de los diferentes equipos de fútbol. Sólo hace falta echar un vistazo al panorama de planes independentistas que pretenden enjaretarnos algunos paletos hijos de la gran chingada, que sólo buscan su preciado botín. En tiempos no tan lejanos era habitual andar a pedradas los de un pueblo con el vecino, incluso los de un barrio con otro dentro del mismo pueblo. Al menos en el Bierzo Alto eran frecuentes las peleas entre los pueblos, y aun entre los barrios. Y hoy seguimos desavenidos porque España como nación sigue siendo un problema para algunos incendiarios, que quieren borrar todo vestigio de su pasado, incluso toda crónica de su presente. «Las páginas que se escriben con sangre pronto son de muy difícil lectura» (Cela, San Camilio 1936). En este país no se dialoga porque lo lógico, creen algunas bestias, es andar a tortas, tortas que se traducen la mayor parte de las veces en balazos en el corazón de gente inocente. Muertes gratuitas. Crímenes asquerosos en nombre de una ideología, un terruño, una patria chica. Como algunos no se sienten españoles, no podemos llamarles paletos, sino extraterrestres que aspiran a elevarse por encima del bien y del mal, anticristos cristianos que creen en los tiros y en la fuerza bruta como espiritualidad suprema. En España no se dialoga porque es mejor intentar imponerse por la fuerza, a hostiazos. Nuestros políticos y gobernantes, por lo demás, no suelen ser verdaderos filósofos, como quisiera Platón para su República, ni siquiera filósofos mundanos. De académicos ya ni hablamos. No se imagina uno al señor Ibarreche, cuyo mirar pérfido nos intimida, leyendo a Platón en sus ratos libres. Tampoco parece que tenga claro lo que es la dialéctica. «No emplees la violencia con los niños cuando les des las lecciones; haz de manera que se instruyan jugando». No eduques a los cachorrillos en el rencor, que luego podrían sacarte los ojos.

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