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Publicado por
RAQUEL PALACIO
León

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DISCULPEN la reincidencia, pero tengo que decirlo, ahora que estoy pasando unos días en Santiago de Compostela, aún a sabiendas de lo odioso de las comparaciones, aún considerando diferencias históricas, geográficas, demográficas; aún contando con todas las razones propicias que puedan hallarse... el Casco Antiguo de Ponferrada ha sido adulterado, mancillado, borrado, retocado hasta sacarle brillo, delineado con regla y compás, coloreado con ecuación matemática. Hay realidades viejas como el arco del Paraisín y la Plaza del Ayuntamiento, otras más frescas como el muro del castillo que se apoyaba en una hilera de casas centenarias y ya merecedoras de trato monumental o, al menos, valoración estética y mantenimiento y habitabilidad posible seguramente deseada por mucho amante de lo auténtico. Y hay rumores, como las palas y rastrillos de verdad que pueden cargarse la ladera verde del río, entre puente y puente, dejando lugar quizás a un paisaje de play- mobil en el que los paseantes serán muñequitos en movimiento entre posibles alfombras de césped artificial y bancos de último diseño. Una cosa es mejorar, pretender calidad de vida, ofrecer espacios agradables que, si a la par son de bello entorno, mejor. Otra cosa es pasar por encima de lo que, ya de por sí, es bello, agradable, mejor. Se pasa del abandono al borrón y sitio nuevo, cuando lo que pide lo presente son cuidados y atenciones. Aquí, en Compostela-Cidade Vella, también hay vecinos quejosos y hosteleros denunciados. También hay calles levantadas y recelos del futuro. Gente y gente. Pero las piedras no brillan, las esquinas no son aristas hiperpendiculares, el suelo no parece el de la estación de autobuses. El tiempo ha pasado sobre todas las superficies y se admira su huella y se respeta su obra. Si hay que poner un remiendo, se copian las mellas de la piedra de al lado. Nada difícil, en comparación, por ejemplo, con hacer un parking o mil proezas cualquiera de cualquier arte o ciencia humana. Podían haberse gastado un poco de la pasta que se ahorraron al largar a los de Bellas Artes, en la primera fase de recuperación de nuestro castillo, en darle al muro caído una buena mano de betún de judea o, si de ahorrar se trata, haberlo remendado con ladrillos, que de dar el cante, darlo bien y sin disimulos. Me cuenta un compostelano que esto es una capital con alma de pueblo, hay ojos cerrados al mundo exterior, valga también la comparación.

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