Un dandy a la sombra
El detenido es un personaje en Galicia. Ahora deberá olvidar sus refinadas costumbres, prescindir del gran reserva y cambiar el golf por el tute
Fernando Alberto Pérez es todo un personaje en Santiago de Compostela, desde que a principios del 2003 se le acusó de atracar, disfrazado, diversas entidades bancarias. Fue entonces cuando se le comenzó a apodar como el ladrón del peluquín, y sus costumbres sibaritas comenzaron a trascender. Santiagués de toda la vida, perteneciente a una familia industrial de Conxo, no nació para trabajar. Siempre sintió predilección por la ropa de marca, los gimnasios, el golf como deporte de cabecera, y los mejores restaurantes. A este fanfarrón de 47 años le gustaba veranear en la zona de Sanjenjo, donde compró un amarre para una pequeña embarcación, y los veranos su afición golfística la trasladaba a La Toja. ¿Cómo justificaba su elevado nivel de vida?. Decía varias cosas. Que había vendido la patente de un cable submarino de fibra óptica a Telefónica; que tenía rentas de familia; que era comercial de una empresa madrileña; que se dedicaba al negocio inmobiliario, o que había tenido que ver con negocios relacionados con la televisión y las tecnologías. Los investigadores destacan de su faceta delictiva la meticulosidad con la que estudiaba su objetivos, en pueblos pequeños. Se disfrazaba utilizando gafas, lentillas de colores, bigotes postizos y un peluquín. Era muy educado en los modos y nunca llegó a hacerle daño a nadie. En algunos casos se colgaba un auricular en la oreja y decía que tenía pinchadas las frecuencias de las fuerzas de seguridad. Ahora podrían caerle cuatro años de cárcel por cada atraco cometido. A él espera una celda de hormigón, y para un abogado orensano al que se le llegó a confundir físicamente con él, hasta el punto de llegar a acusarle de cinco atracos en Galicia, la tranquilidad definitiva.