Diario de León

| Crónica | Los prolegómenos de la fiesta |

Rato tropieza con Caiga quien Caiga

La entrada en el pabellón de los rostros más populares se convirtió en un pequeño circo mediático, pero la llegada del presidente del FMI a punto estuvo de generar un altercado con los reporteros del

Espartaco, a su llegada en uno de los automóviles clásicos

Espartaco, a su llegada en uno de los automóviles clásicos

Ponferrada

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Rodrigo Rato era anoche el hombre más esperado en el Toralín. La presencia del director del Fondo Monetario Internacional en la gala de los Micrófonos de Oro sirvió de reclamo a los reporteros del programa de televisión Caiga quien Caiga, que no se resignaron a que Rato accediera al pabellón sin detenerse en el set de prensa y trataron de forzar su entrada en el recinto de las mesas. No lo consiguieron. Si la llegada de Chenoa, que recibió un ramo de flores para consolarla de su ruptura con David Bisbal, ya creó un circo de flashes, cámaras y micrófonos a su alrededor, la rápida entrada de Rato estuvo a punto de generar una escena barriobajera entre los dos reporteros del programa de Tele 5 y el presidente de la Cámara de Comercio de León, el empresario Manuel Lamelas Viloria, que reprochó a los dos hombres de negro su actitud. La escena adquirió tintes graves, con empujones de los agentes de seguridad para impedir el paso a la zona restringida del pabellón, codazos y las cámaras de Caiga quien Caiga enfocando a un enfadado y desafiante Viloria. «Me va usted a pegar caballero. Esto es una fiesta de la democracia», le espetó al empresario uno de los reporteros, a punto de llegar a las manos, antes de que la cordura de los presentes los separara. Anoche, salvo alguna honrosa excepción, sólo el famoseo se prestó a hablar con las decenas de periodistas apostados en la zona de prensa del Toralín, donde también se dejaba ver el equipo de Aquí no hay tomate. Espartaco, la espectacular Paula Vázquez, Charo López, Luis Merlo y Gemma Cuervo, de «Aquí no hay quién viva», Emilio y Ana Obregón, arrancaron los mayores vítores de la multitud tras bajarse de los automóviles de época. Otros, como el presidente del BBVA, Francisco González, que también entró sin hacer declaraciones, hubieran pasado inadvertidos de no ser por los intentos de la prensa por acercársele. Más inadvertido para el público fue el presidente de Iberia, Fernando Conte, que tampoco pasó por el set de prensa, o de Juan Rodríguez Zapatero, que debía recoger el premio concedido a su hermano el presidente del Gobierno. El caso contrario fue el de Juan Luis Galiardo, el más rotundo en sus declaraciones. El actor aseguró que había venido por su amigo Del Olmo. «A los amigos, el culo, a los enemigos por el culo, y a los indiferentes, la legislación vigente», dijo. Y se quedó tan pancho. El momento más digno llegó al comienzo de la cena: el minuto de silencio por la muerte del Papa.

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