Recordatorio
PROGRAMACIÓN televisiva y ondas de radio inundadas por la noticia cristiana más relevante de los últimos 25 años. Lo más triste o lo más feliz, según se mire, ocurrió para descanso de seguidores testigos de la agonía y para el propio Giovanni Paolo-John Paul-Juan Pablo-Karol Wojtyla. Un hombre que vivió una de las vidas más comprometidas e influyentes que pueden vivirse en esta organización del mundo que habitamos. Había sido actor. Había estado escondido detrás de una puerta eludiendo a la Gestapo. Quiso acogerse a los designios de Cristo para desterrar al miedo, para participar en el devenir de las almas y demostrar firmeza con ejemplo propio. Quiso conocer al que hubiera sido su asesino si los disparos hubieran sido certeros, y habló al oído del esposado convicto con intención consoladora. Los alumnos de 4º de la E.S.O. del I.E.S. Gil y Carrasco, entre ellos mi primo José, pasaban casualmente por esa plaza ostentosa erigida sobre la santidad del primer Papa (portero del cielo, Pedro el pescador, dueño de las sandalias de la novela y la película) cuando un solemne cardenal comunicaba el fallecimiento a todos los allí reunidos para la correcta ascensión del Papa polaco a la casa del Padre. No todo el mundo se encuentra con semejante coincidencia, además de estar de excursión por la bella Italia, ser testigos de tal acontecimiento espiritual, social, histórico. «Yo estaba allí», podrán decir. ¿Se habrá encontrado con San Pedro o habrá comprobado, incrédulo por primera vez, que no existía nada de lo prometido? Elucubraciones post-mortem a parte, lo cierto es que nunca una religión ha estado a la altura de ninguna realidad. Lo prueban en este caso y todavía las riquezas de un Vaticano que ora por los pobres y no cambia por ellos ni un solo copón de oro, lo disparatado e inamovible de su posición respecto al uso del condón incluso en la enferma África. Lo egoísta y superficial de su condena al aborto de hijos que no van a cuidar ni a alimentar . Y sin irnos ni a África ni a Roma, sólo llamando a cualquier centro de salud de esta provincia, seremos informados de que para interrumpir un embarazo, habremos de tener o pedir prestada la cantidad de 360 euros. En Ponferrada se acogen al «cargo de conciencia», con lo que este «delito no penalizado» debe ir a cometerse a la capital. Así que mientras unos se lavan las manos, otros se hacen de oro a cuenta de fecundaciones inoportunas. ¿Y la responsabilidad?, concepto abstracto, manipulable, huidizo, pelota de tenis. Sale cara.