LA FRAGUA DE FURIL
Como en otro universo
PUEDE que uno sea un extraterrestre, o uno de esos viajeros que se deja deslumbrar por aquello que ve y escucha, toca y gusta. Como un guajín que se asombrara ante lo que percibe. No hay nada como salir de la rutina y los caminos trillados. No hay nada como adentrarse en otros lugares, tomar distancia de las cosas, incluso de uno mismo, tal vez con el ánimo de encontrar lo que nos parece esencial. Resulta bien placentero encontrar lo que uno busca, encontrarse a gusto en un lugar y con unas gentes, tan cercanas y a la vez tan diferentes. Viajar resulta fascinante, sobre todo cuando uno viaja a un mundo que es como otro universo, aunque a la vez sea familiar. Para un españolito, véase un berciano, la isla cubana es como una brisa musical y erótica que penetrara en tus entrañas y te aliviara de tus males existenciales. Al menos para un turista la isla se vuelve balsámica. Te quita la languidez unos días y te ayuda a sacar lo mejor de ti mismo. «Mi hija era anoréxica, vino aquí conmigo y se curó». «Desde entonces La Habana es la mejor ciudad del mundo». Puede que no sea la mejor, como dice un personaje de Habana Blues, pero es donde mejor te lo has pasado. La anorexia, que es una jodida patología mental, se cura, como todas las enfermedades del coco, con afectividad. Y en Cuba se respira sensibilidad y ternura por todos los poros de su alma afro-hispana. La cercanía se siente nada más poner los pies en la isla. El clima, su cultura, su forma de vida han logrado que la gente sea humanitaria. En tiempos, no tan lejanos, en el Bierzo la gente era humanitaria. Con el paso del tiempo, y el pérfido influjo del capitalismo salvaje, el personal se ha vuelto frío y distante. En nuestra Castilla leonesa, o en nuestro León castellano, la religión y el frío eterno han causado estragos en la población. «En Valladolid la gente es estirada y envidiosa», me dice una turista vallisoletana que viaja a La Habana. Sin duda esta es una vallisoletana atípica, gran viajera, que se siente atraída, además, por la cultura islámica. En nuestro país, por desgracia, la gente se suele mirar al ombligo, y lo peor de todo es que te suele mirar por encima del hombro. Incluso en los pueblos del Bierzo el personal es relamido, y las chavalinas y rapacines pijos, sobre todo si se creen guapines y adinerados, te miran como con aires de superioridad. Qué espanto.