Ausencias injustificables
EN NUESTRAS retinas todavía permanecen frescas el cúmulo de imágenes, retransmisiones y actos llevados a cabo por la muerte y posterior funeral del Papa. En el Bierzo, y más en concreto en Ponferrada, el principal evento fue la realización de una misa funeral celebrada el pasado jueves en la Basílica de la Encina. Pues bien, si tenemos en cuenta que era el acto por excelencia religioso y social de la comarca, en el lugar, por excelencia también, más representativo de la zona (no olvidemos que la Basílica y la Virgen de la Encina es, a la vez, iglesia y patrona del Bierzo y de Ponferrada). Extrañó mucho la ausencia de autoridades y representantes públicos, tal y como manda el protocolo y la buena educación, en tan señalado acontecimiento religioso y social. El pueblo berciano se congregó, como no cabía esperar, llenando la iglesia y arropando a los quince sacerdotes que oficiaron la especialísima eucaristía. El pueblo berciano pudo comprobar que tan sólo, entre los más destacados, estaban representados por el alcalde de Ponferrada y el coordinador de la Junta para El Bierzo. ¿Dónde se encontraban los representantes del Consejo Comarcal; los representantes de la oposición en el Consistorio ponferradino; el reclamador de obispados; los que acuden a las iglesias para bautizos, comuniones, bodas y sepelios?. De acuerdo que no fueran gentes como el camarada «Tanque». Amigo de la verdad donde los haya. O acólitos similares. Pero en las filas de la izquierda social hay muchos católicos que se vieron huérfanos de representación. Eso sí, para la inauguración de jornadas gastronómicas, micrófonos auríferos y actos similares estos «ausentes» se pelean por los lugares asignados, ponen el grito en el cielo argumentando protocolos y educación que han brillado por su inexistencia en esta ocasión. Y que no vengan ahora con el manido argumento de que la fe y la religión es algo íntimo y de cada uno. Estamos hablando de eso y de algo más. De un acto religioso que, por su dimensión y significado, fue un acto público en toda regla al que hicieron «pellas» y al que dejaron de representar a los muchos ciudadanos que, en su gran mayoría, son católicos; que, en su gran mayoría, son votantes suyos; que, en su gran mayoría, les pagan sus nóminas en forma de impuestos. J.P.II sí supo defender lo suyo y a la vez ser respetuoso con todos los credos diferentes. (*) Por un error de edición esta columna debió salir publicada ayer. En su lugar apareció otra difundida hace semanas.