CUATRO GATOS
Mamá, mamaíta, mama
VIRTUDES: 69 años y seis hijos. Y una huerta fructífera desde hace más de 30 años, que cuida todavía y cuidará con ese su amor a la tierra y a todo lo verdadero. Y ayuda a la gente a dejar de fumar, y no cobra, y no acaba de entender cuál es su poder, ni si lo tiene. Simplemente agradece ser útil y colaborar contra un mal extendido y fastidioso. Gelines: 69 años y cinco hijos. Ya pasó su crianza. Ahora exige su tiempo y todos los días sale, a las 7 de la tarde, a jugar la partida con sus amigas. Vuelve a las 10, y tiene un marido que se hace la cena y escucha sus divagaciones cotidianas. Puri A.: 41 años y un hijo. Vive en Torrevieja por exigencias del trabajo de su marido, hace manualidades y lucha contra problemas de metabolismo que van y vienen. Puri V.: 41 años y dos hijos. Vive aquí, en Ponferrada, y da clases particulares de inglés y estudia filología inglesa cuando sus domésticas ocupaciones se lo permiten. Y aprueba. Josefa: 39 años y un hijo que celebra estos días su primer cumpleaños. Avatares de la vida retrasaron sus estudios de Bellas Artes, que ahora quiere sacar adelante contra viento y marea. Ana: 38 años y una hija de tres. Terminó Magisterio con 21 y ha tenido que conformarse con ser maestra particular, con alumnos que todas las tardes han ido pasando por su escuela durante quince años. Mª Encina: 38 años y dos hijos. Vive en Madrid y afirma sentirse realizada cuidando de ellos. Por qué no. Begoña: 37 años y dos hijos que no viven con ella, que están en Tenerife con su padre, que quieren recuperarla ahora que se van aclarando jugarretas y malentendidos. Ella ha conseguido vencer la tristeza y conquistar la calma y ahora respira y habla con ellos por teléfono obviando el tiempo perdido. Marián: 45 años y una hija de 25. Trabaja desde los 15. Amante de la lectura, de sus sobrinos, de la soledad. Es bella y no pega tras la barra de la cervecería que ahora la incluye en su plantilla de camareros. Hay quien le dice que podría ser una buena actriz, pero ella asegura que le da la risa si se sube a un escenario, como le ocurrió en aquella función del colegio en la que tenía que decir «¡Papá, papaíto, papá!» y esta risa se lo impidió. Voz cálida, temperamento feroz, afán por comprender, corazón grande e inquieto. Mamá, mamaíta, mama.