Diario de León

Portavoz de la asociación Caracol

«Llegamos a dudar seriamente si podríamos soportar esteexilio»

El único grupo antisida existente en la comarca sufre estos días las incertidumbres generadas por la reciente orden de desalojo de la sede en la que desarrollaba su actividad

Juan Manuel Rego, portavoz de Caracol

Juan Manuel Rego, portavoz de Caracol

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Marga Luengo - ponferrada
Ponferrada

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La asociación Caracol lleva once años comprometida con la ayuda a los afectados por el síndrome del VIH-Sida. Su labor ha sido el resultado de una actividad caracterizada por las dificultades para el ejercicio de sus tareas. La ubicación de una sede se ha convertido en una ardua labor que les ha llevado a los juzgados y a la discriminación de una sociedad que en buena parte les ha puesto todo tipo de trabas. Tras la acatación de la orden de desalojo del piso que ocupaban en el número 34 de la calle General Vives, por orden del Juzgado de Instrucción número 1 de Ponferrada, la asociación ha trasladado su actividad a una sala ubicada en las instalaciones del Consejo de la Juventud, donde esperan mantenerse estables hasta que el Ayuntamiento les conceda un local en los bajos del Toralín. -Tras el desalojo el 19 de abril del piso que ocupabais en General Vives os habéis trasladado a las instalaciones del Consejo de la Juventud, ¿cómo ha sido ese traslado -Comenzamos a trasladarnos hace diez días a las instalaciones del Consejo de la Juventud. Todo lo que hemos podido lo hemos traído con nosotros en un camión que nos proporcionó el Ayuntamiento, con la ayuda de varias personas de la asociación. Hay algunas cosas de las que hemos tenido que prescindir, como una nevera en la que guardábamos la comida destinada a la campaña de reparto de alimentos, con lo que hemos tenido que cancelarla. En estos días hemos tenido problemas con la instalación de los ordenadores y con el teléfono, pero finalmente se han resuelto y ya estamos trabajando como lo hemos venido haciendo hasta ahora, más o menos. -¿Habéis encontrado deficiencias en esta nueva ubicación para desarrollar vuestro trabajo? -La verdad es que si hay deficiencias. No obstante, ante todo queremos agradecer la sensibilidad del Consejo de la Juventud con los problemas de nuestra asociación y con nuestra labor. Se trata del único colectivo que nos ha ofrecido un lugar en el que instalarnos hasta que el Ayuntamiento nos conceda un local. Pero sí hay deficiencias y estriban sobre todo en el asunto de la falta de intimidad, puesto que ahora mismo sólo contamos con una sala, y si alguien viene a contarnos algo o a pedir información, no se encuentra con las condiciones más idóneas de intimidad para poder hacerlo. -¿Cómo os tomasteis en la orden de desalojo del juzgado? -Hubo dos tipos de reacciones, las de los que estaban agotados de la situación en la que nos encontramos desde hace años y los que querían aguantar y defender nuestro derecho como asociación a contar con una sede en la que desarrollar nuestra actividad. Los vecinos alegaron que no cumplíamos los estatutos, porque no se puede desarrollar ninguna actividad en un piso de un edificio de estas características que sea de índole distinto a la vivienda. No obstante, la realidad es que la razón de las denuncias eran los prejuicios y las falsas acusaciones de hallazgos de jeringas, algodones manchados de sangre y algunas otras cosas que nunca se pudo probar que tuviera relación con nuestra asociación. Los prejuicios fueron los verdaderos motivos de las denuncias que provocaron nuestro desalojo, no el incumplimiento de los estatutos. -Tras el piso de General Vives, la sociedad os ha complicado el hallazgo de un local, ¿cuántos rechazos se han producido? -Estamos condenados al exilio. Intentamos asentarnos junto al Colegio Navaliegos, pero hubo muchas protestas por parte del centro. Decían que los niños corrían riesgo de contagiarse, mezclando la atención a enfermos con la drogadicción, algo que no tiene que ver con la mayoría de las personas que atendemos. La postura del colegio resultó aberrante, puesto que los educadores se supone que tienen que formar a los niños en la tolerancia y en el respeto, no en el rechazo basado en prejuicios. También nos rechazaron en un local del barrio de San Ignacio. Aquí el dueño del local, que a su vez tenía una academia, nos confesó que llegó a recibir amenazas por parte de los padres en las que aseguraban que sacarían a los niños de la academia si nos alquilaba el local. Cuando comenzamos no esperábamos esta reacción tan insolidaria de la sociedad. -¿Cuál ha sido el papel de las instituciones? -Hemos acudido a todas, pero al su apoyo se queda en papeleos. El Ayuntamiento tendría que habernos defendido en el caso del desalojo pese a las voces contrarias.

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