Nicolás Castellanos
ME MUESTRA mi madre una foto del obispo Castellanos con su padre, un paramés de Mansilla que trabajó en labores de su oficio cuando se levantó la casa familiar de Noceda, por la tenacidad y esfuerzo de mi abuelo Vicente, también paramés de origen. Nada amigo de estructuras curiales y burocráticas, dejó la diócesis de Palencia por el suburbio de Santa Cruz de la Sierra, cuidando de los niños desnutridos, hijos de inmigrantes del altiplano andino y del campo del oriente boliviano. Allí preside la Fundación hombres nuevos, "una fraternidad misionera entre los más pobres, con un estilo de vida comunitaria a ejemplo de las primeras fraternidades cristianas". Leo un escrito suyo donde dice lo que espera del nuevo Papa. Considera el obispo emérito de Palencia necesario revisar, a la luz del avance de las ciencias, cuestiones como el uso de preservativos, el matrimonio, el aborto, la eutanasia, las células madre, la homosexualidad .Espera un Papa de la justicia social, carismático, abierto, sensible a los cambios, proclive a la ternura, que se pregunta todos los días dónde van a dormir los pobres, presidiendo una Iglesia lugar de acogida y encuentro entre creyentes y agnósticos, excluidos o indiferentes, un refugio que nos salve de la intemperie existencial. Sin eso, añade, la Iglesia queda reducida a una secta. Espera también la asunción desde Roma de las teologías latinoamericanas, africanas, asiáticas y de la liberación, dándose cuenta de que la prioridad de las relaciones comerciales sobre las humanas, crean un gran vacío existencial y espiritual. Hace falta, concluye el misionero paramés, ese buen samaritano que libere a la mujer y al hombre de hoy de tanto complejo de culpabilidad que les atormenta. Impresiona la capacidad de ese hombre, de quien supe por primera vez a través de Faustino, un amigo común ya desaparecido, para seguir esperando contra toda esperanza, perdido en un inmenso bosque de chabolas de chapa y plástico donde viven en 16 metros cuadrados entre seis y ocho personas. Desde allí lucha por la reducción de las fronteras de la pobreza. No creo que el Papa actual vaya a colmar todas esas expectativas. Aunque como dice su colega de juventud el teólogo Hans Kung, al Papa como a cualquier gobernante habrá que darle un margen de confianza y un tiempo para la sorpresa. Mientras tanto el leonés Castellanos, insiste: «pase lo que pase no hay lugar para el desaliento, nos puede la utopía".