Diario de León

Mil ovejas se van de excursión

Cientos de cabezas invaden Las Médulas en pos de pastos frescos en La Cabrera. Felix, el pastor de San Juan, dirige la trashumancia veraniega del mayor rebaño de la comarca

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Marga Luengo - ponferrada
Ponferrada

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Todavía son algunos los que deciden vivir al margen del mundo de las prisas, de la velocidad y del estrés y centrarse en las tradiciones más profundas de su entorno. Es el caso de Félix, el pastor de San Juan, como así le llaman sus amigos de las proximidades. Él, acompañado de su mujer, Elisa, se pone cada año por estas fechas rumbo a la sierra, para pasar allí, con la compañía de las mil ovejas que componen su rebaño, aproximadamente cuatro meses, lo que tarda en volver el calor. Es el décimo año que realiza este viaje, que es toda una transhumancia hecha a pie, en la forma tradicional en la que un pastor se desplaza con su ganado. El pasado martes, Félix comenzaba su andadura bien temprano por la mañana. Con muchas ganas y varios mastines como escolta, tomó dirección a la sierra de Sotillo, en lo alto de las montañas. Precisamente él y sus mil ovejas, que son el ganado más grande que existe en el Bierzo, son unos de los usuarios del Camino Real de Invierno, que en estos días numerosas personas lo han puesto de actualidad con sus peticiones de que se le reconozca como una vía alternativa y oficial. El camino transcurre desde su localidad, San Juan de Paluezas, va por el camino Real hasta Borrenes, pasa por el municipio de Carucedo, por el pueblo de Médulas, Yeres, Las Veigas, Castro, Robledo y una vez realizado todo este trayecto, comienzan la subida a la sierra de Sotillo. El miércoles, después de hacer noche en Médulas, el pastor y sus ovejas comenzaron su andadura hasta la montaña, a la que llegarían al anochecer. Son dos días de caminata por el monte y cruzando los pueblos, tal y como se hacía antiguamente. «A veces», comenta Tomás Martínez, un amigo de Félix, «las ovejas no te dejan dormir en toda la noche, por que se desperdigan y tienes que andar detrás de ellas para que no se escapen, pero en cuanto se aproximan a la sierra empiezan a tirar hacia arriba ellas solas». Allí, en lo más alto de la montaña pasará los meses de verano y aguardará a que lleguen los primeros fríos de octubre. En una «caseta hecha con cuatro bloques», como la define Elisa, pasará todas las noches mientras el ganado disfruta de los pastos más vírgenes y naturales. Las latas de conservas, el jamón y el chorizo serán el menú que su mujer le acerque durante todo este tiempo, salvo cuando se presenta la visita de amigos como Tomás, que lo celebran con un asado en toda regla.

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