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Pescar en Santa Marina del Sil
El doctor Eduardo Romero Nieto, del Museo de la Fauna Salvaje de Boñar, pregonará hoy una nueva edición del Festival de la Carpa en el Centro de Iniciativas Turísticas
A la vera del mítico río Sil, el de las pepitas de oro, adscrito al municipio de Toreno, se encuentra un bello rincón del Bierzo enmascarado entre los añosos castaños que rubrican la esencia berciana. Santa Marina del Sil, un pueblo que hunde sus raíces en la repoblación cristiana surgida en el avance de La Reconquista, es hoy vigía privilegiado de las remansadas aguas del Embalse de Bárcena, que cubren los refundidos restos de los monasterios medievales de San Salvador y San Julián en la sumergida parroquia de Santa María, cuya espléndida portada románica del siglo XII sólo puede ser admirada por los inexpresivos ojos de las carpas que pueblan el lago artificial. La cultura castreña que distingue cada poblamiento del entorno, pudo ser muy bien el germen del primitivo asentamiento de nuestro pueblo, y más tarde, en los albores del cristianismo, cuando Marina, la santa orensana, sufrió uno de los más atroces martirios que recuerda el martirologio español, la sensibilidad de aquellas buenas gentes, orientada por los primeros pastores de almas, se decantó en el sentido de acoger para su naciente parroquia la titularidad de Santa Marina, degollada un 18 de julio después de una bárbara tortura por no ceder a los torpes caprichos del tirano Olibrio. De esta manera, cuando el carismático San Genadio puso orden en el monasterio de Santa Leocadia del Sil, desde la silla episcopal de Astorga, y refundó el cenobio en el año 916, encontró ya, que sus antiguos fundadores, los abades Valentín y Moisés, habían dejado constancia documental de la presencia de Santa Marina, que aparee en el «Tumbo de León», junto a la donación del castillo de Faro al monasterio de San Cipriano, de la manera siguiente: «...etiam et ibi reconditae sunt Santae Marinae reliquiae in Vugueza...». Y hace expresa donación al nuevo monasterio de «...Eclesia vocabulo Sancta Marina ad regendum». Bajo el signo de la carpa Cuando a finales de la década de los cincuenta, Franco inaugura el pantano de Bárcena, después de doce largos años de haber sido redactado el proyecto, los habitantes de Santa Marina -266 según el censo de 1960- vivieron años de zozobra al ver profundamente mutilado su patrimonio agrícola, precisamente en la parte más fértil; la vega, que fue poco a poco inundándose dando la sensación de que el Sil se había cansado de ir hacia abajo, y ahora sus aguas volvían hacia arriba para anegar implacablemente el terreno heredado de sus mayores. El éxodo obligado de muchas familias afincadas en la zona, afectadas por la merma de sus recursos, unido al paulatino despoblamiento rural que viene padeciendo el campo español, se hace patente en Santa Marina, pues treinta y cinco años después de que Bárcena y los canales cerrasen el Plan de Regadíos del Bierzo, su población estable ha descendido en más de doscientos habitantes. Pero algo singular había sucedido en el cambio morfológico propiciado por el nuevo lago. Un nuevo paisaje, una nueva perspectiva, y un nuevo talante de la gente que resistió el cerco del agua, desembocó forzosamente también en una novedosa actitud frente a la oferta turística que tan generosamente ponía en sus manos la Naturaleza domesticada. Y nació el Centro de Iniciativas Turísticas de Santa Marina del Sil, que supo ver desde un principio el reclamo y el tirón de aquella bendita tierra para encajarla en el concierto turístico provincial y regional, dentro de un atractivo centrado en la «venta» de paisajes naturales y el siempre celebrado deporte de la pesca. Y es que a Santa Marina del Sil, le había llegado una nueva especie que se incorporaba a la fauna tradicional de la comarca. Su majestad, la carpa, que había tomado posesión de las templadas aguas de un embalse que abría nuevos derroteros a la oferta turística, tan ligada siempre a la competitividad deportiva y a la obligada oferta gastronómica derivada de la creciente captura del sabroso «ciprínido». Alguien, con nombre y apellidos, supo sacar partido al beneficio ocasional con que les regalaba la caprichosa Naturaleza, y desde la presidencia del CIT. Promovió, e instituyó, el Festival de la Carpa, que durante 28 años consecutivos viene celebrándose a orillas del pantano alimentado con las aguas del Sil. Veintiocho años de festival Ángel González González, Presidente del CIT. y alma mater de los festivales carpenses, ha sabido dar un contenido al certamen, que difícilmente podría ser ignorado entre los más sonados del Bierzo, y la provincia, y aún de nuestra Comunidad, pues nos consta que figura ya entre los más destacados y mimados de cuantos patrocina la Federación de Centros de Turismo de Castilla y León, encajada en la Dirección General de Turismo, dentro de la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León. Veintiocho años, como decimos, son ya los que dan solera al Festival de la Carpa. La presente edición ha sido cuidadosamente programada desde el Centro de Iniciativas Turísticas, y dio comienzo ayer con el sorteo de tramos y la competición en el pantano de Bárcena, para terminar celebrando un encuentro de los pescadores, atentos al comienzo de la pesada de capturas, degustación e invitación de productos típicos y entrega de premios a los ganadores. Hoy, hacia las dos y media de la tarde, darán comienzo las jornadas de Exaltación de la Carpa, en las que actuará de mantenedor el doctor Eduardo Romero Nieto, presidente de la Fundación que lleva su nombre en el Museo de la Fauna Salvaje de Valdehuesa. Recientemente galordonado con el Premio Nacional de la Federación Española de Centros de Iniciativas Turísticas. A continuación se servirá la tradicional comida de la Carpa, aderezada por la inigualable Salomé de Toreno, que con su maestría culinaria viene preparando este delicado pescado dándole el punto preciso para hacer las delicias de los comensales. La visita a las bodegas y la monumental verbena, pondrán un digno remate a este 28º Festival de la Carpa 2005.