S.O.S. a la familia tradicional
ATRÁS, muy atrás en el recuerdo del subconsciente colectivo queda el recuerdo de lo que un día fue la familia. De la familia donde el mayor era venerado y respetado por su sabiduría, experiencia y recompensa por esfuerzos realizados. Donde se convivía bajo el mismo techo (eran casonas grandes o pisos de ciudad donde compartir habitación no suponía un mayor problema). Abuelos con hijos y nietos. Un poco más cerca a nuestros días, pero lejos también, queda la familia tradicional y cuyo modelo permaneció inalterable durante casi todo el siglo XX. Sustentada bajo un fuerte lazo matrimonial con prole tendente a abandonar el entorno rural y asentarse en la ciudad. Recordemos aquí películas como «La familia», «La familia y uno más», y otras de tiempos pretéritos, prototípicas del desarrollismo, el baby boom, la política de incentivos a la natalidad, pero con grandes carencias en derechos sociales a la mujer, condenada y relegada a tareas exclusivas a las calificadas en las específicas a las amas de casa o a sus labores. La sociedad cambia y es bueno que lo haga corrigiéndose y adaptándose a los tiempos y necesidades. Y ahora. En estos días. Estamos asistiendo a la defunción con certificado oficial incluído de este modelo de familia o de lo que queda de ella. Ya no hay una gran clase media, ya no hay compromiso o contrato matrimonial relativamente estable. Por no haber no hay casi ni hijos resultantes. Los abuelos no tienen tampoco sitio salvo para las obligaciones en tareas hogareñas compartidas o subvencionadoras del consumismo acelerado. Se brinda el divorcio express frente al compromiso personal y sentimental. Se equipara la legítima unión de personas del mismo sexo a algo distinto como lo es el matrimonio de un hombre y una mujer. Se prepara la antesala de adopciones a esta legítima, pero no natural pareja, donde se cercena el derecho a los niños a tener un padre y una madre o la adopción y educación de roles naturales propios de un varón y una hembra. Se elimina paulatinamente, la moral y la ética en los colegios y se implanta o auspicia una cultura de la moda donde opinar distinto es sinónimo de no querer progresar. Se trabaja con la premisa de ahondar en el cisma total con las iglesias católicas, musulmanas o de cualquier credo. Se aplica una política favorecedora del individualismo y la especulación, como, por ejemplo, la vivienda de 30 metros, cuando existen miles de pisos vacíos...