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| Reportaje | Cita con la tradición |

Molinaseca, chapoteo de encuentro

La fiesta del agua congregó en el pueblo a cientos de personas dispuestas a divertirse

Un joven lanza un caldero de agua a una chica ayer durante la celebración de la fiesta del agua

Publicado por
María Domínguez - ponferrada
Ponferrada

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«Son las mejores fiestas del verano». Esta fue una de las frases más repetidas por los centenares de personas que ayer se dieron cita en Molinaseca para celebrar, un año más, la tradicional fiesta del agua. Al caer la noche, la magia del pueblo recibió a los visitantes que llegaron a la villa dispuestos a agotar hasta el último minuto de las horas que restaban para la guerra acuífera. La ronda de bodegas fue calentando los ánimos de los asistentes. Música y animación a lo largo de los veinte locales que discurren por el casco antiguo del pueblo. Una combinación casi perfecta para una noche de verano en la que la diversión es la absoluta protagonista. Molina se convirtió por unas horas en punto de encuentro para muchos estudiantes que durante el resto del año viven fuera de la comarca. La plaza principal era un hervidero de gente. Una congregación de amigos que después de varios meses vuelven a verse, personas que cada año se encuentran en el mismo lugar. La cita era ineludible y, como no podía ser de otra manera, no faltaba nadie. Con el paso de los minutos la luz del día fue ganando su pulso particular a la noche y los primeros rayos del sol anunciaron la llegada del esperado acontecimiento. Eran las ocho de la mañana cuando algunos valientes empezaban a mojarse. En un principio eran unos tímidos calderos de agua fría los que hicieron temblar a los más despistados, minutos después Molina era el escenario de una auténtica batalla campal: La guerra del agua había comenzado. A partir de entonces las personas que habían aguantado la larga espera dieron rienda suelta a sus ganas de diversión. La baja temperatura del agua no frenó a las decenas de jóvenes, y no tan jóvenes, que se encargaron de escribir un capitulo más de una tradición que cumple ya cincuenta años. Por primera vez se habían respetado los horarios estipulados por la organización y las calles del pueblo permanecieron secas hasta el amanecer. A las 9.00 horas de la mañana las compuertas del Meruelo se abrieron para que sus aguas corriesen por las calles de la villa. Una gran chocolatada puso punto final a una jornada en la que Molina volvió a convertirse en el centro festivo del Bierzo.