Cerrar
Publicado por
MANUEL CUENYA
León

Creado:

Actualizado:

«VAS por el mundo alante, tú que no tienes pereza», me dice el amigo Venancio. No, amigo Bren, no hay que tener pereza para ir por el mundo «alante». Para viajar se requiere de cierta energía. Mas no se trata de una batalla que haya que ganar. Aunque el viaje realizado fuera un poco al borde de la respiración. Sólo se trata de emprender rumbo en busca tal vez de otras sensaciones, con los ojos bien abiertos, abierto a lo que de sí pueda ofrecer la realidad, dispuesto a entablar conversación con gentes que uno se va topando en el camino, como hiciera el bueno de Uriel, un chavalín uruguayo al que tuve el gusto de conocer en la Acrópolis de Atenas, un tipo capaz de hablar hasta con las piedras, con el duende suficiente para hacer sonreír incluso a una mujer con cara de mala follá en el metro de Atenas. Por el mundo alante uno se espabila sin remedio. O te espabilas o te hacen espabilar. Antaño, no hace tantos años, los rapaces, sobre todo los que vivían en los pueblos, se instruían cuando iban al servicio militar. Entonces la mili era como una experiencia enriquecedora, pues los quintos se desplazaban lejos de su tierra, a sitios tan exóticos como Ceuta, Melilla o el Sáhara. En aquellos tiempos la mili era un modo de salir del pueblo para conocer otras tierras. Por el mundo alante, en tierra donde el diablo amasa el pan, los guajes tenían que espabilarse a marchas forzadas, y acababan viendo las hierbas medrar. Como medra el retoño Marcelino en Cabanillas de San Justo después de tantos años de sequía. También en tiempos, no tan lejanos, el personal se ponía las pilas viajando a las Américas, o a esa Europa desarrollada, donde los trenes van a toda velocidad. En el Bierzo seguimos esperándolos. Por el mundo alante uno se enfrenta y confronta consigo mismo, y también con los otros en un camino dialéctico de ida y vuelta. Y también se aprende a esquivar obstáculos, cruzar fronteras, putas fronteras, y aun a nadar en aguas revueltas. Uno aprende incluso a sacar partido del sistema. Si el sistema, como monstruo caníbal, le saca el juego y las entretelas al individuo, por qué razón no va éste a aprovecharse entonces del sistema. Después de todo un mes andando por el mundo alante vuelvo ahora al finalizar el verano al Bierzo, y me encuentro con una tierra que está muy chamuscada por los incendios. Y por ese motivo yo me siento triste.