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Publicado por
RAQUEL PALACIO VILA
León

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VUELVEN los niños al cole, vuelve el frío por las noches y una tranquilidad resaltada por la previa algarabía de fiestas y celebración. Vuelve la normalidad que es tal porque son nueve meses frente a tres fugaces juniojulioagosto que duran lo que el sol dura cerca de esta parte del hemisferio norte. Pero hay lugares y costumbres, cotidianeidades e inercias que sólo cambian de temperatura (o añaden a su rutina encender el aire acondicionado.) La sala de espera del Hospital de El Bierzo es uno de esos lugares. Llueva o nieve, queme el sol o ciegue la niebla, sus asientos y rincones están llenos de gente que espera. Y espera. Hace escasas semanas que se anunció su ampliación. Lógica, tardía y necesaria medida que se toma ante la diaria desesperación de doloridos o preocupados, hipocondriacos o reticentes sin más remedio que pasarse el domingo esperando porque esa herida mal curada duele y tiene mala pinta. Como un autobús estático, como un vagón del metro estancado en hora punta, los pasajeros intercambian miradas esquivas y comentarios quejosos, leen revistas, se estudian de reojo o con descaro. Se preguntan qué le pasará a ése que parece que no le duele nada, compadecen a ese otro que se retuerce de dolor en una silla de ruedas. Aceptan sin opción que los calmantes y la ayuda estén al otro lado de esa puerta con hoja bidireccional y envidian profunda e impacientemente a los que van entrando, albergando la invocada esperanza de que ya, ahora, esto empiece a fluir, porque nadie se explica que los pocos metros cuadrados de la estancia sean inabarcables para un edificio tan grande. Sala de espera, donde el tiempo pierde valor y dignidad, quedándose al otro lado de una y otra puerta, condensándose en el ambiente hasta que, a veces, alguien estalla y arremete contra un celador que poco puede hacer por la causa. Y la arquitectura funcional y fría se adorna con carteles que enumeran buenos hábitos para la salud. Y junto a la consabida y ansiada puerta uno de esos carteles se atreve a pedir RESPETO, con frase convincente y seria dedicada a los pacientes impacientes. Puestos a crear puestos de trabajo y a manejar los dineros, podrían contratar buenos músicos que no tengan ningún empleo musical para amenizar con piezas tranquilas. los ánimos, los dolores y el suplicio de la espera. ¿Qué haces? Soy músico de salas de espera. Sería un buen puesto.

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