Cracovia, Galicia y el Bierzo
A MENUDO se dice que el mundo es un pañuelo. Puede que sea un pañolón o una de esas toquillas que siguen vistiendo las mujeres en los pueblos del Bierzo. A veces uno se encuentra con lugares que no hubiera sospechado ni en el mejor de los casos. Que uno se encuentre, por casualidad, con el «Galicia Jewish Institute» en la ciudad polaca de Cracovia resulta cuando menos curioso. Y lo que ya se me antoja alucinante es que haya una pequeña ciudad llamada Zabierzów cerca de Cracovia. Ni que decir tiene que si le quitamos la Za y la w final el pueblo polaco se queda en Bierzo. No deja de ser anecdótico, mas simpático y pintoresco. En todo caso resulta agradable encontrarse con este tipo de cosas, sitios y ciudades, tan evocadores. Que un Centro Judío en Polonia se llame Galicia tampoco es que sea algo común y corriente. Al final, polacos, gallegos y bercianos estamos hermanados. La magia se pierde cuando uno se entera de que Galicia, Galicja o Galitzia es una región polaca, cuya capital es Cracovia o Kraków, y que por pura casualidad coincide con el nombre de nuestra querida tierra gallega. El Galicia Jewish Institute está situado en el barrio judío de Kazimierz. Un barrio maravilloso para pasear y tomar una buena comida o cena en alguno de sus restaurantes. Y escuchar de paso, si tienes suerte, al grupo musical Klezzmates o a Kroke. En el mes de noviembre tendremos la fortuna de escuchar a Kroke en el Bergidum de Ponferrada. Cuando uno visita el barrio de Kazimierz es inevitable que no te venga a la mente el holocausto ocurrido hace tan sólo sesenta años. Te entran como escalofríos cuando te da por pensar en los muchos judíos que fueron a parar a los campos de concentración nazis, sin ir muy lejos al de Auschwitz (Oswiecim), que queda a poco más de una hora en tren desde Cracovia. El horror sigue presente en el inconsciente colectivo y aun en el consciente individual, que no puede llegar a comprender la barbarie, por mucha fantasía que uno le quiera echar al asunto. No se puede ser tan hijoputa con el prójimo, aunque éste tampoco sea trigo limpio. Visitar Auschwitz es algo que a uno le remueve la conciencia. Una experiencia impresionante. Te dan ganas de echarte a llorar. Pero por suerte siempre quedará la música klezmer.