Cerrar
Publicado por
RAQUEL PALACIO VILA
León

Creado:

Actualizado:

En:

ÉRAMOS UNOS niños con todo el tiempo libre del verano. Teníamos entre ocho y doce años y muchas ganas de hacer cosas. Durante cinco veranos consecutivos nos dedicamos a preparar, con seriedad casi adulta, diversos espectáculos de variedades en los que igual cabía hacer un play-back de Mecano que una obra de teatro de cosecha propia, imitaciones de personajes famosos o coreografías que desafiaban a la gravedad. Cobrábamos entrada. Al día siguiente nos íbamos de merienda. Aquel verano fue el último, nosotros aún no lo sabíamos, y ensayábamos una tarde en el que sería nuestro último escenario, el todavía presente, aunque maltrecho, mirador de las monjas. (Nuestras madres y abuelas, tías con novios y algún padre, el día del estreno, nos obligaron a bajar el volumen del radiocasette para no despertar a las hermanas que se acostaban pronto. Menuda faena.) Y apareció usted, con su aura frágil y amable. Y nos preguntó qué estábamos haciendo. Y nosotros, entre extrañados y contentos por el sincero interés de un adulto, le contamos paso a paso nuestras ocurrencias. El ensayo se suspendió de mutuo y silencioso acuerdo y nos pasamos un buen rato charlando, intercambiando impresiones e inquietudes, porque usted, aunque nos cuadruplicaba la edad, era otro niño tan libre como nosotros. Tan libre, que podía pasarse una tarde conociéndonos y dejándose conocer. A los dos días, usted regresó con un poema bajo el brazo. Un poema con nuestros nombres, con una estrofa para cada uno. Había hecho las correspondientes fotocopias y nos regaló aquel tesoro, y nos lo firmó con bolígrafo ya tembloroso. La vida me reunió de nuevo, hace dos días, con dos de aquellas niñas. De los demás voy sabiendo. Todos conservamos su poema. A su salud, viejo amigo. A punto estuve de escribir esta columna con la firme idea de que era usted un anónimo poeta al que habría que salvar de un inmerecido anonimato. Pero radio y prensa enumeran sus hazañas, unas de a pie, otras de a mano, pluma en ristre y rienda suelta a la pasión por cazar al vuelo las ideas que pululan por los aires de este mundo loco. Intención sana de poner el poco orden posible que cabe en un poema. Fue usted un ser auténtico. Sabio, y por lo tanto, humilde. Se le adivinaba en su ser una férrea fidelidad a sí mismo dentro de esa figura suya de porte y gestos delicados. Por todo ello, hasta siempre.

Cargando contenidos...