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Publicado por
León

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ATERRIZÉ este verano en San Justo de Cabanillas, un pueblecito minero de Noceda en el que por primera vez en 18 años se podía escuchar el murmullo una nana para arrullar a un bebé autóctono. Y medio perplejo, medio maravillado comprobé que la localidad, de apenas una docena de vecinos, disponía de un lustroso consultorio médico, de calles íntegramente asfaltadas, y de unas entradas a las fincas a las que sólo les faltaba la moqueta. Es, por fortuna, la panorámica de muchos núcleos rurales bercianos amortajados por el declive de la industria carbonera. Los fondos del Plan del Carbón han servido en buena medida para compensarles por su aportación a la economía de esta provincia, para fijar su escasa población y dignificar sus condiciones de vida al punto de que en el capítulo de servicios básicos, Cabanillas no tenga mucho que envidiar a Bembibre o a Ponferrada. Lo que a día de hoy aún no logro comprender es la existencia de una «isla» a las afueras del pueblo, llena de hierbas altas y resecas, cerrada a cal y canto, con pistas polideportivas y un magnífico merendero con pinta de no haber sido utilizado jamás. Y es que la obsesión por «meter» todos los incentivos del Plan del Carbón en áreas eminentemente mineras puede haber llevado a despilfarros como éste -y otros más- de tal vez un cuarto o acaso medio millón de euros de nada. Es absurdo, por tanto, que se puedan levantar críticas sindicales y en algunos sectores políticos frente a las manifestaciones del secretario comarcal del PSOE, Antonio Canedo, o del propio presidente del Consejo, Ricardo González Saavedra, que han venido a coincidir al apuntar que el Bierzo en general es una comarca minera, dañada por el deslizamiento imparable del sector, y que por consiguiente ningún municipio debe quedarse al margen de las ayudas para su reactivación. Otra cuestión es que Fabero, Toreno, Bembibre o Torre, y otros ayuntamientos del mismo perfil, dispongan de un plus notable en lo que toca al desarrollo de infraestructuras. Es justo y vale más que se subvencione un consultorio médico, un abastecimiento o un asfaltado en cualquier pueblo de los términos citados que se contribuya con dichos fondos a canalizar el río Sil en Ponferrada o a pavimentar aceras en Molinaseca. ¿Pero puede existir alguien tan «talibán» como para negarle a Ponferrada, a Cubillos, a Camponaraya, a Carracedelo, a Cacabelos... ayudas para la instalación de una industria que genere empleo en toda la comarca? ¿Para qué se están alumbrando polígonos como el del Bayo o redimensionando los de Camponaraya y Ponferrada? ¿Acaso los fundamentalistas que cuestionan las ayudas empresariales para toda la comarca piensan aún que existe algún inversor dispuesto a montar un negocio rentable en Igüeña? Tal vez los que sostienen que si sobra pasta, mejor construir un polideportivo en San Justo o una pista de hockey-hielo en Langre antes que respaldar a una empresa, por ejemplo, en el polígono de Toral.