Erasmus

TENIENDO en cuenta que, de acuerdo con el Tratado de Roma, Europa «representa a los pueblos de los Estados reunidos en la Comunidad», se entiende fácilmente que la calidad de los sistemas de educación y de formación haya sido un componente vital del proyecto comunitario. Recuerdo la ilusión con la que alumnos y profesores de España y Portugal empezaron a moverse por Europa, mediados los años ochenta, descubriendo las Instituciones comunitarias al amparo de los programas Sócrates, Leonardo da Vinci, Comenius, Juventud por Europa y otros que, como el programa Alfa , alcanzaría también a varios países de América Latina, o el programa Helios, para la integración profesional de las personas minusválidas. Eran tiempos de euro optimismo orteguiano, que recordaban otros ya muy lejanos, cuando la movilidad de los estudiantes por las universidades de Europa era la norma, hoy es la excepción. No obstante, casi dos mil estudiantes universitarios de Castilla y León estudiarán este curso en diversas universidades europeas fuera de España, gracias de las becas Erasmus. Tiene mérito, porque se trata de ayudas casi simbólicas, por no decir tacañas, que no cubren los gastos mínimos y más elementales del estudiante, pero contribuyen, en definitiva, a la movilidad, al avance multicultural, al dominio de las lenguas. Aunque se hecha de menos un apoyo más decidido a la difusión de las innovaciones en el ámbito de la formación profesional. Entre todas las Instituciones, el Parlamento Europeo, a través del cual se expresa la ciudadanía de la Unión, ha ido ganado legitimidad democrática y representatividad, por su proximidad a los ciudadanos, más que cualquier otra institución comunitaria, gracias también a su esfuerzo porque los jóvenes europeos conocieran la nueva realidad de una Europa unida, pacífica, solidaria, abierta al mundo. Es bueno que el número de alumnos universitarios de Castilla y León que disfrutan una beca Erasmus se incremente cada año, como viene sucediendo, aunque la mayoría de ellos son alumnos de Valladolid y Salamanca, ello significa afán de superación y conciencia de pertenecer a la Unión Europea, que, con todos los defectos y carencias que tiene, es el espacio de bienestar más estable y consolidado que hay en este mundo. Basta ver el deseo de entrar, el esfuerzo por conseguirlo que realizan los nuevos socios, o el drama personal y colectivo de los que llaman a sus puertas desesperadamente, en la frontera sur o en la frontera este.