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Publicado por
RAQUEL PALACIO VILA
León

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PARA ALGUNOS es un simple tema de algún programa de televisión o artículo periodístico. Para otros es campo de investigación humana y cultural. Probablemente, quienes más la tratan ignoran que en otros ámbitos es herramienta de trabajo. Gran tema para escritores. Giro miserable del devenir civilizado. Un mal extendido, conocido, localizado, tratado, estudiado, diseccionado y presente, creciente, demoledor. Hay quien no la conoce. Hay la aparente mayoría privilegiada que se puede permitir darle con la puerta en las narices. Pero, quien más, quien menos, todos hemos pasado ratos junto a ella. Su compañía se puede elegir, a veces, y entonces se disfruta y se aprende; se puede crecer a su lado, sacarle partido. Sin embargo, otras veces, se impone por encima de toda elección, se hace compañera incondicional y se queda a vivir con nosotros. Voy por la plaza del Ayuntamiento y me encuentro a María. Nos paramos a hablar un momento, y lo que parecía ser el simple pregunta-respuesta-hasta luego, es sin embargo una terrible declaración de soledad. María ya es mayor, rondará los 60. Toda su vida ha trabajado. Limpiando. Todavía trabaja. Limpiando. Tiene tres hijos que se buscaron y ya se encontraron la vida, apresurados por escapar de una casa triste y sin amor. Tiene un marido que se ha dedicado durante años a mirar plácidamente la vida y la gente pasar sentado en algún banco, mientras María friega escaleras en algún portal cercano. Y así durante años. Así durante la vida de María. La calle está llena de gente. La tienda donde María hace su compra está llena de otras mujeres que charlan y viven cerca, al lado, encima o debajo. Los portales que friega María están llenos de puertas que separan el dentro y el fuera de cada casa. Cualquiera diría que María no está sola. Más le valdría estarlo si tenemos en cuenta que su compañero no cubre esa soledad que todos llevamos tras los talones, sino que la acentúa por contradicción: María tiene un marido, trampa de compañía que abandona, ignora, utiliza. Así, delante de los ojos de todos, María se hace mayor y no sabe con quién contar, a quién decirle que se encuentra mal. Sus hijos, pensaría cualquiera, pero... están ocupados viendo cómo se las arreglan para mitigar su propia soledad y asegurarse de que no se les haga crónica, como a María. Una ciudad llena de gente, ciudad creciente. ¿Cuántas más Marías caben y alimentan las fauces de este funcionar inhumano que malreparte la peor parte?